lunes, 21 de febrero de 2022

CUADRO DE HONOR / SI NOS DEJAN


Un Antes y un Después

Concluyó Si Nos Dejan, remake de la telenovela colombiana Señora Isabel que, luego, se convirtió en Mirada De Mujer y, posteriormente, en Victoria, por mencionar unas cuantas versiones de esta historia, original de Bernardo Romero y Mónica Agudelo.

Sin embargo, en esta ocasión, Si Nos Dejan resultó algo más (mucho más) que una simple adaptación. La hazaña: basándose en la obra original, su adaptador, Leonardo Padrón, se convirtió realmente en creador. Sí, aunque inspirándose en Señora Isabel y respetando su esencia, logró una historia diferente, su propia versión, corregida y aumentada, como un gran ejemplo de que, aún tratándose de un remake, en plena crisis telenovelera (al menos en México) se puede concebir un melodrama redondo y, por si fuera poco, ágil y novedoso, sin necesidad de recurrir a los viejos y repetitivos clichés y, en especial, sin un gramo de la paja que caracteriza a la mayoría de las telenovelas, producidas en los últimos años.

Una trabajo impecable, desde su trama, hasta su producción y dirección. Se notó siempre el esmero que el equipo de Si Nos Dejan, puso en cada uno de sus detalles. Y algo más: amor y ganas de conseguir un producto de primera, en cada capítulo, en cada escena, en cada diálogo. 

Y, por supuesto, en la selección del elenco, comenzando por una encantadora Mayrín Villanueva, ya con una trayectoria considerable, como la protagonista perfecta, en su total plenitud, dando el salto a la categoría de primera actriz, haciendo pareja con el brasileño Marcus Ornellas, ante su gran oportunidad protagónica, con un carisma tan natural. ¿Y qué decir de Alexis Ayala?, como el antagonista perfecto, odiado y creíble, haciendo mancuerna con la guapa Scarlet Gruber, en el tono perfecto y preciso como villana, sin exageraciones.

Y por el estilo el resto del elenco, con personajes bien cuidados y representados. Otra de las virtudes de Si Nos Dejan es que no existieron personajes de más. Todos y cada uno tuvieron su oportunidad para brillar, su importancia, su psicología perfectamente definida, sus características, sin que ninguno estuviera de más. Todos con una razón de ser y estar ahí.

Bajo la producción del venezolano Carlos Bardasano, Si Nos Dejan marca un antes y un después en la historia de la telenovela mexicana. Y no creo estar exagerando. En lo personal, quizás, después de pocas telenovelas, como Caer en Tentación, no había logrado engancharme con ninguna y, menos, que me mantuviera en suspenso con cada final de capítulo, con ganas de más y más, hasta que, ya ante el inevitable final (igual de espléndido) uno llega a extrañar a personajes que se volvieron entrañables, tanto los buenos como los malos. Y, sobre todo, los sesenta minutos (hasta con comerciales) que uno disfruta, como un hábito, gracias a que (como muy pocas veces) se conjugaron la calidad con el éxito, los altos niveles de audiencia que la telenovela mantuvo durante sus meses de transmisión.

Un placer. Un verdadero placer que sirve como excelente ejemplo (y cátedra para otros productores, escritores y directores) de que, cuando se quiere y se lucha por ello, con disciplina, con cada elemento en su lugar y, en especial, con amor, se puede lograr una telenovela perfecta y, sobre todo, diferente a las demás. 



domingo, 15 de noviembre de 2020

CUADRO DE HONOR / VENCER EL DESAMOR

 

SÍ SE PUEDE. Y BIEN

En plena crisis telenovelera, por culpa, en gran parte, de los refritos mal hechos y adaptados, la falta de creatividad y ese afán de irse por lo facilito, telenovelas van y telenovelas vienen, pero pocas trascienden y se quedan en la memoria del televidente. Vencer el Desamor, por ejemplo. No por simple gusto personal. Más bien, porque analizando un poco, cuenta con los elementos básicos y primordiales para lograr el éxito que ha conseguido, gracias, primero, a la bien desarrollada historia. Original, por cierto, para demostrar que sí se puede.
Creación de Pedro Armando Rodríguez y Claudia Velazco, al frente de un brillante grupo de escritores, se demuestra una vez más que la verdadera estrella de una telenovela es la historia. Su manera de contarla, de desarrollarla, con libretos y diálogos precisos, personajes reales, bien estructurados y sustentados, subtramas entrelazadas y no aisladas o desperdigadas, como sucede en otras telenovelas.
Aquí sí se nota a primera vista el trabajo de los escritores, el amor con que fueron tejiendo la trama, bordándola con esmero y no al aventón, como es tan común. Aquí no hay ocurrencias sacadas de la manga. Mucho menos paja ni rellenos. Aquí hay pulcritud y claridad.
Y si a esta espléndida labor literaria, agregamos la muy acertada dirección escénica de Benjamín Cann y Fernando Nesme, el resultado es lo que estamos viendo: a mi juicio muy personal, la mejor telenovela mexicana de los últimos años. Y no creo exagerar.
Dejo para el final la cereza del pastel. Más bien, otro elemento básico e imprescindible: el elenco perfecto, acertado, sin ningún pero. Personajes con su propia identidad, personalidad e historia. Un elenco redondo, con cuatro protagonistas que cumplen a la perfección su cometido: Claudia Álvarez, Julia Urbini, Valentina Buzzurro y, por supuesto, doña Daniela Romo, primerísima actriz desde hace mucho, con su ya acostumbrada característica de transformarse (dentro y fuera de los sets, durante el tiempo que duran las grabaciones) en el personaje que interpreta (en este caso Bárbara), poniéndole de su cosecha, para darle el realismo que requiere, con toda su gama de matices y colores. Un personaje tan hermoso y rico que, a mi muy personal juicio, creo que es el mejor y más completo que ha hecho en su carrera telenovelera.
Y no sólo se trata de los elementos precisos y bien trabajados, sino de la labor titánica de conjuntarlos, para lograr la mezcla perfecta y que cada escena o capítulo, valga la pena y nos deje algo en el corazón.
¿Hace cuánto no se daba algo así en el mundo de las telenovelas? Aquí, el ejemplo perfecto de que sí se puede, con talento, tesón y amor a la profesión. Gracias, Rosy Ocampo por tan atinada y muy buena elección en todos y cada uno de los elementos de Vencer el Desamor.




domingo, 12 de julio de 2020

CUADRO DE HONOR / LEONARDO HERRERA


LA CEREZA DEL PASTEL

Hacía años, desde la desaparición de Televisa Niños, que un pequeño actor –en este caso, de apenas seis años de edad– no figuraba como protagonista de una telenovela, aunque en este caso no se trató de una historia dirigida al público infantil. Más bien, una trama que giró en torno a Nico, un niño víctima de leucemia, como punto de partida, alrededor del cual se fueron tejiendo otras subtramas –incluida la clásica historia de amor, intrigas y villanías– dando por resultado una exitosa telenovela que se mantuvo con altos niveles de audiencia desde sus primeros capítulos.

Un melodrama sin grandes pretensiones que, a pesar de sus situaciones repetitivas y los consabidos clichés telenoveleros, finalmente se mantuvo en su pedestal, gracias a su ágil desarrollo, pero, sobre todo –repito– a la cereza del pastel: Nico. Aunque a veces, el pequeño pasaba a un segundo plano, en medio de tantos personajes y sucesos que, por momentos, parecían opacarlo, para, luego, brillar de nuevo y a sus anchas, como el personaje central.

Como adaptación de la telenovela chilena del mismo nombre, Te Doy la Vida nos deja un agradable sabor de boca al revivir el melodrama clásico que, según algunos, ya estaba muerto. Y desde mi punto de vista muy personal, más allá de los dramas que representaron otros personajes, la gran novedad y revelación resultó Nico, a cargo de Leonardo Herrera en su primera incursión como actor de telenovelas. A pesar de su casi nula experiencia (apenas en algunos comerciales), en muy pocas ocasiones, como sucedía en el cine de antaño, en el caso de los niños prodigio, Leo logró con extrema facilidad, algo muy importante: ganarse el corazón del televidente. Talento nato, claro. Pero también, carisma, chispa y lo más importante: naturalidad, sin la sobreactuación que caracteriza a otros pequeños actores. Y menos en sus inicios, en su primer trabajo actoral, al frente de un gran elenco, conformado por actores nuevos y otros ya consagrados, cada uno con su propia función en el desarrollo de la trama, pero siempre, Nico como el centro de atracción y principal elemento, sin menospreciar, por supuesto a los demás. Tampoco al equipo de producción, encabezado por la señora Lucero Suárez, al frente de esta nueva experiencia que bien podría ser considerada la culminación de muchos años de esfuerzo y tenacidad.

Bienvenido, Leonardo Herrera, al mundo de la fama que, esperemos, no sea un paso fugaz o mediático, ante el que bien puede ser el inicio de una exitosa y prometedora carrera. Si a tan corta edad y con sólo una telenovela, logró dar el gran salto con esa chispa y talento naturales que lo caracterizan, estamos, quizás, ante el nacimiento de una nueva estrella con un gran futuro por delante. ¡Bravo!

viernes, 26 de junio de 2020

CUADRO DE HONOR / VICTORIA RUFFO


LA REINA NO HA MUERTO

Siguiendo, capítulo tras capítulo, la repetición de Corona de Lágrimas (estrenada originalmente en 2012), al menos yo, percibo algo así como el retorno del melodrama puro, sin arreglitos modernos, cambios y exageraciones, tan comunes en los últimos años, refiriéndome especialmente a los remakes de grandes clásicos en el mundo de las telenovelas. Remakes que, más que modernizar al melodrama, le roban su esencia y lo convierten en un género desarticulado e indefinido, con otras características, especialmente cuando los adaptadores que no respetan el género, le agregan toques de “comedia” o recursos más recientes: narcos, violencia, sangre… Y se olvidan de la parte emotiva, donde las emociones significan un fuerte protagonismo, claro, con las imprescindibles lágrimas como elemento primordial.
Lágrimas, llanto, drama  al más alto nivel. Y para eso (sin afán de ignorar o hacer menos a otras actrices), nadie como la señora Victoria Ruffo, desde hace años, como una característica que la distingue desde sus inicios y hasta la fecha, tal como muchos (y en especial su considerable legión de seguidores a nivel internacional) opinan: “es la que llora más bonito”. Con su estilo único y en forma tan natural que te atrapa con esas lágrimas y, en ocasiones, hasta consigue que la acompañes en el llanto.
Por eso, Corona de Lágrimas tiene un significado especial: el retorno a la pantalla de Las Estrellas de La Reina de las Telenovelas, en una época de crisis en todos los niveles. La Reina del melodrama puro, aunque alguien, erróneamente, hace un año más o menos, opinó que ese género ya estaba muerto. Y ahora, aquí está de nuevo Corona de Lágrimas, demostrando tal equivocación. Cierto que en su versión original (en 1965), la fallecida Prudencia Griffel, a sus casi 90 años (nació en 1876) logró su imborrable versión de una anciana Refugio Chavero que, luego, doña Marga López llevó a la pantalla grande con la misma maestría. La misma Refugio que, ya en el siglo actual, José Alberto Castro como productor, hizo que reviviera en la versión más reciente de este clásico, eligiendo (muy acertadamente) a la señora Ruffo, con su propio estilo y propuesta, respetando, eso sí, la esencia de este clásico. Una Refugio Chavero que no desmerece en ningún momento, si la confrontamos con las dos anteriores intérpretes.
Una Corona de Lágrimas que actualmente podemos disfrutar, con un elenco perfecto, encabezado, precisamente por la Reina de las Telenovelas, título que ha ostentado a través de varias décadas y hasta la fecha, aunque a otras también se les haya adjudicado en su momento, sin que pudieran mantenerlo con el correr del tiempo.
Reinas vienen y van. Otras llegarán. Pero la Ruffo, sin pretenderlo y en forma muy discreta, ha trascendido finalmente como la única y la primera, en pleno 2020. Corona de Lágrimas (aunque en repetición, pero con un muy aceptable nivel de audiencia) es la muestra, a pesar de sus recientes proyectos anteriores que no lograron el mismo éxito (Las Amazonas, La Malquerida y Cita a Ciegas), pero por causas ajenas a ella. Victoria siempre cumple y lo único que necesita ahora, aún en su pedestal de reina, es una nueva historia a su medida (y en plan de protagonista, claro), para demostrar una vez más, por qué permanece donde está. Una historia y un personaje que le hagan justicia en su época actual, como una mujer plena y con un don que también la distingue entre muchas: su calidad como ser humano. Un atributo que también la distingue (y me consta, la conozco desde sus inicios) y en el que seguramente se apoya, para transmitir lo que transmite en la pantalla.
Dicen que “amor con amor se paga”. Ese gran corazón, gracias a la cual, cuenta con su legión de adoradores, especialmente adoradoras de diferentes países, más que simples admiradoras que (también me consta), la quieren en verdad (igual que Victoria las quiere) y se mantienen fieles a ella, a pesar del paso del tiempo. Ese amor y entrega que Victoria Ruffo, evidentemente, ha depositado en cada uno de sus personajes y que se siente, se percibe. Ese amor que le es retribuido con creces y que tanto se merece, por ser como es dentro y fuera de las pantallas, sin transformaciones o arreglitos faciales, con su belleza en pleno esplendor y madurez, sin artificios. Y sobre todo, su sencillez.

Reinas vienen y se van. Otras llegarán. Pero Victoria Ruffo es la única que ha logrado la hazaña: trascender, permanecer. Ahí está Corona de Lágrimas en su repetición y con un muy aceptable nivel de audiencia, para que no se nos olvide. La reina no ha muerto. ¡Viva la reina!

sábado, 16 de mayo de 2020

CUADRO DE HONOR / AZELA ROBINSON


Hay personajes que marcan 

a una actrizy acentúan el prestigio que

se ha ganado a lo largo 

de una trayectoria.Personajes que trascienden

y se vuelven inmortales.



Sin duda, estamos frente a una de las actrices más sorprendentes y completas (en cine, teatro y televisión) con una trayectoria bastante considerable y, sobre todo, tablas. Por si fuera poco, con una personalidad arrolladora que impone, tanto en la pantalla como en otros escenarios. De ese tipo de actrices que uno siempre recuerda, por actuaciones tan memorables e intensas, sea cual sea el personaje que le toque interpretar. Ella siempre se encarga de imponerle su propio sello, desdoblándose, transformándose, siempre a favor de cada uno de sus papeles.
Claro que desde hace años, sabemos de su desbordante talento, pero ahora, con la repetición de la telenovela Yo No Creo en Los Hombres, interpretando a la impresionante Josefa, nos hizo recordar al que seguramente es uno de sus más memorables personajes, logrando lo que muy pocas actrices consiguen. Cuando llegan a cierto nivel de perfección actoral, uno piensa que ya no pueden alcanzar un peldaño más alto, porque ya llegaron a la cima.
Esa es otra de las virtudes de Azela Robinson, la GRAN AZELA ROBINSON, así, con mayúsculas, primerísima actriz desde hace varios años, con esa capacidad tan sorprendente para que con cada uno de sus gestos, movimientos, diálogos y hasta miradas, sea capaz de expresar lo que le dé la gana, siempre apropiándose de cada personaje, robándoselo, sin importar que sus escenas sean breves o largas. La Robinson siempre es la Robinson.
Y lo mejor –como lo consiguió en Yo No Creo en Los Hombres– transitar por diversos matices histriónicos: hacerse odiar por su crueldad y, luego, en ocasiones, ser digna de compasión y hasta ganarse el cariño del televidente, como una mujer tan fuera de serie que a veces, hasta resulta ocurrente y simpática, atrapada en su propio cinismo, en esa amargura tan digna de lástima. Una Josefa que pasó a la historia del melodrama, como una de las villanas más célebres y recordadas, digna de todo respeto y admiración. Más que un personaje, la actriz, el ser humano espléndido, tan opuesto en la vida real a esa Josefa, su gran creación.
Como Josefa, se ganó, además, el premio del respeto unánime del público, como uno de los pilares de una telenovela tan bien lograda y, sobre todo, diferente. Azela Robinson, señorona de la actuación. Nos quitamos el sombrero ante Su Majestad.