domingo, 17 de septiembre de 2017

SÍ, NO Y ¿POR QUÉ?

CON DEFECTOS Y VIRTUDES
CON AMOR Y DESAMOR
De todas las bioseries que se han transmitido en diferentes televisoras, hasta la fecha, Hoy Voy a Cambiar, a pesar de algunas fallas, es la que, en lo personal, más me ha atrapado, la que más he disfrutado, la que más me ha conmovido. ¿Por qué? Por la materia prima, el personaje central, la señora Lupita D’Alessio y, más que nada, por su valentía y honestidad para narrar su vida, como si se tratara de una confesión en la que expulsa sus propios demonios, logrando una historia estrujante que más que despertar el morbo del televidente, más que inspirar lástima o ser motivo de las más severas críticas por su vida de excesos, aparte de la admiración que muchos le hemos tenido desde hace años, ahora se convierte en un ser entrañable que inspira una profunda ternura y logra el cometido que muchos protagonistas de series o telenovelas quisieran: respeto y cariño.
    Con todo y sus excesos, la Lupita que conocimos en Hoy Voy a Cambiar logró traspasar la pantalla, por el realismo que gracias a dos grandes actrices (Mariana Torres y Gabriela Roel), cumplió con el cometido de llegar al corazón del televidente, haciéndolo partícipe de los entretelones de su vida como artista, igual que de sus debilidades como persona, llevándolo de la mano por el calvario que tuvo que transitar, con esa imperiosa y constante necesidad de amor.
     El impacto que logra la mujer como personaje de la vida real, gracias también al talento y sensibilidad de los escritores, hace que se nos olviden los errores que vimos a lo largo de la bioserie: el exceso de escenas con Lupita drogándose o emborrachándose y que en dado momento, llegaron a cansar, como algo repetitivo. Cierto que se trataba de contar una verdad, pero bien pudieron dosificarse esas escenas y no utilizarlas como principal gancho, cuando ese gancho era ya la vida misma de un ser de carne y hueso, como ella misma pregona: “con defectos y virtudes, con amor y desamor”.
       O también, las constantes intervenciones de la propia Lupita y de sus hijos, con testimonios reiterativos de lo que estábamos viendo en pantalla o adelantando lo que estábamos a punto de ver. Esto y, muy en especial, el desfile de pelucas de mala calidad (se notaba a simple vista) de la mayoría de los personajes, incluyendo las de la propia Lupita en su etapa adulta. Ah, y la constante mezcla de flashbacks y regresos a la época actual, provocando confusión y restándole impacto a varios sucesos importantes de la trama que veríamos más tarde. 
     Pero todo eso, finalmente pasó a un segundo plano. Luego de ver el último capítulo, Hoy Voy a Cambiar (título por demás acertado) nos deja un buen sabor de boca y profundas reflexiones, sobre todo para quienes se encuentran o alguna vez estuvieron sumergidos en el infierno de las drogas, igual que un alerta para muchos otros.
     Mención aparte merecen la mayoría de los actores a cargo de los personajes principales, en especial, Isabela Camil, Eugenio Montessoro, Anna Ciocchetti y los jóvenes Axel Alcántara, Joshua Gutiérrez y Paco Luna, como los hijos de la D’Alessio, sin olvidar a Karla Farfán, como Mary.
       Ovación de pie (y prolongada) para Mariana Torres como gran sorpresa: la Lupita joven y adulta, a pesar del descuido de los encargados de maquillaje y caracterización que no le ayudaron en su transición física a lo largo de varias décadas, casi con el mismo corte y peinado. Y para cerrar con broche de oro la primera actriz, Gabriela Roel, como la Lupita en su etapa actual (de unos años a la fecha), igual, muy a pesar de la peluca que tuvo que soportar durante toda la historia.

    Hoy Voy a Cambiar, en resumen, una bioserie que marca una pauta en este género y que se distingue, como comentamos al principio, por mostrar un relato crudo y al mismo tiempo conmovedor, superando a la ficción. Bien por los productores (Rubén y Santiago Galindo) por este primer intento que sirve de ejemplo para futuras bioseries: la honestidad para plasmar una historia tal cual, sin caer en el melodrama clásico o el simple “homenaje”, haciendo que el televidente se la crea y, sobre todo, que le llegue a lo más profundo.