miércoles, 4 de diciembre de 2019

CUADRO DE HONOR / ARIEL MIRAMONTES


DE SORPRESA EN SORPRESA

Casos por el estilo hay muchos. Actores o actrices que se hacen famosos con un solo personaje del que, luego, no logran desprenderse y, muy a pesar suyo, los acompaña por el resto de su carrera. El riesgo de abandonar ese personaje es muy alto y pocos logran dar el paso, aunque no siempre con buenos resultados. En la mayoría de los casos, el personaje acaba por apropiarse del actor y convertirse en su dueño, negándole otras oportunidades o un crecimiento profesional, para demostrar que hay alguien más, debajo de un disfraz que le roba su propia identidad.
Sin embargo, hay casos afortunados. Muy pocos, por cierto, como el de Ariel Miramontes, quien se dio a conocer como el famoso Albertano Santacruz, hijo de la no menos famosa Doña Lucha (Mara Escalante) en la popular serie de sólo dos temporadas, María de Todos Los Ángeles que, al concluir, le heredó a Ariel ese Albertano al que no sólo le dio vida, sino que se apoderó de él en otros proyectos: como juez en el certamen infantil Pequeños Gigantes y en otras series como Nosotros Los Guapos, obras de teatro y hasta su propio espectáculo.
Más conocido, durante años, como Albertano que como Ariel Miramontes, sin embargo, hace poco, decidió salir de su zona de confort, haciendo a un lado a su archifamoso personaje (con el que pudo continuar eternamente), para revelarse como un actor de los pies a la cabeza, más allá del Albertano que, de repente y en forma sorpresiva, ya sin su larga cabellera, se transforma en Jerry, uno de los protagonistas de la fastuosa comedia musical Sugar, al lado de Joe (Arath de la Torre): dos músicos desempleados que, luego de ser testigos de un enfrentamiento entre dos bandas de gangsters, tienen que huir en un tren, haciéndose pasar por mujeres, como integrantes de una orquesta de señoritas.
Y de repente, una sorpresa más: luego de que Albertano se convirtió en Jerry, éste da paso a la deliciosa Dafne, con su propio sello e identidad. No es un hombre disfrazado de mujer. Tampoco un travesti. Es una mujer esplendorosa, por demás chispeante y divertida que, además, desde su primera aparición, logra seducir al espectador y hasta le roba el corazón. Y lo mejor es que, como público, uno es testigo de la célebre transformación en escena.
Gran oportunidad, sin duda, para Ariel Miramontes. Bien arropado, bajo la dirección de Anahí Allué y la siempre esplendorosa producción de Tina Galindo, Claudio Carrera y Alejandro Gou, eligió el mejor escenario, una obra a su medida y el inmejorable equipo de actores y bailarines, para dar el que, seguramente, es el paso más importante en su carrera, para dejar al descubierto a un actor de los más versátiles. Toda una sorpresa. La gran sorpresa. Y más, cuando al final de la función, ya en la zona de camerinos de el Teatro de los Insurgentes, descubrimos a Ariel Miramontes (ya sin la apariencia de Albertano, Jerry o Dafne), como un tipo de lo más educado y sencillo. Cualidades que seguramente tienen que ver con el éxito que ha conseguido como artista. Una sorpresa más. La más importante de todas.