Y sigue la crisis telenovelera en el Canal de las Estrellas. Su
telenovela estelar (Pasión y Poder) bajando en audiencia, cada vez más. Y la
mejorcita, A Que No Me Dejas, nueva versión de Amor en Silencio (también
refriteada hace años por Azteca)… de más a menos. Buen arranque, sí, con una primera
parte bastante aceptable, sobre todo en cuanto a actuaciones de grandes actores
como Arturo Peniche, Leticia Calderón, Osvaldo Benavides, Cecilia Gabriela, Alfonso Dosal y muy en
especial, el niño Diego Escalona que
se robó tantas escenas, como el carismático y sufrido Mau. ¿Por qué? Porque además del buen desempeño del pequeño actor,
vimos un personaje diferente: un sordo, aparte, en plan de gran víctima, por
principio de cuentas, de su propio padre y de su malvada tía Nuria (Laura Carmine).
Pero, como ha sucedido tantas veces, esos
deslumbrantes arranques, no son más que trampas para enganchar al televidente.
Actualmente, con la segunda parte de A Que No Me Dejas, vemos lo mismo de
siempre: lo que debería ser el asunto principal, teniendo a Mau, un muchacho sordo, y centrarse en
él, sacándole provecho a las dificultades (y hasta dramas) que enfrentan
personas en su situación, se les fue de las manos. El pequeño Mau, quien en su
niñez figuró como gran centro de atracción, perdió su encanto. Y no porque Ignacio Casano (el Mau adulto) sea mal
actor, sino porque a las adaptadoras no
se les ocurrió sacarle jugo a un personaje tan interesante y diferente, si lo
comparamos con los protagonistas de las demás telenovelas: un galán sordo que
se vale de un lenguaje icónico o signado que
combina muchas formas de comunicación no verbal: movimientos
corporales, gestos y la habilidad para leer los labios. Sí, todo esto lo
han plasmado, pero de una manera superficial y como asunto secundario.
Muy hábil el Mau actual. Se entiende de maravilla
con el resto de los personajes, sepan o no el lenguaje de los sordos. Lo aprendieron
sin mayor problema. Y así, Mau ya no enfrenta dificultades para comunicarse. De
víctima, se convirtió en simple galán,
como tantos, mientras que, por otro lado, en esta segunda parte, aparecieron
nuevos personajes a granel, muchos sin oficio ni beneficio y como simple
relleno, haciendo que se desvaneciera (o alargara) el “amor en silencio” (como
columna vertebral de la trama) entre Mau y Valentina,
quien apenas se está enterando de ese amor que le profesa su casi hermano. ¿Para
qué alargar ese momento y aburrir al televidente, repito, con tanta paja,
relleno y clichés.
Pobres
adaptadoras. Es normal que se cansen y que se les acabe la creatividad, ante
esos alargamientos. Lo único que se les ocurre es sacarse de la manga más y más
personajes, con subtramas sin importancia y que nada aportan.
O por ejemplo,
como en el caso de Mau (un sordo), ¿por qué, mejor, no profundizar más (para
evitar la paja) en el alzheimer de Raquel
(Cecilia Gabriela) y el drama que podría significar para ella y quienes la rodean,
mostrándolo con más realismo, dando pie a una infinidad de situaciones.
El cuento de nunca
acabar. Ni modo. Entonces, al menos en mi caso (como podría ser el de muchos
televidentes) y ante las maravillas que está presentando Azteca (¿Qué
Culpa Tiene Fatmagül? e Insensato Corazón)… a que sí te
dejo.