CUANDO EL AMOR LLEGA TARDE
Cuatro son los protagonistas de Caer en Tentación y no
sólo dos, como muchos insisten. Dos matrimonios que se desbaratan,
precisamente, porque Damián (marido
de Raquel) y Carolina (esposa de Santiago),
por azares del destino se conocen y, precisamente, caen en la tentación, en el
adulterio, la infidelidad y la traición, no como los villanos de la trama (como
también muchos pueden considerarlos) sino como dos seres humanos vulnerables,
víctimas de una pasión demoledora que no son capaces de controlar y que,
precisamente, detona el drama central y muchos más en la historia.
El que se sienta libre de culpa, que lance la primera
piedra. Tanto los creadores de la historia original, como Leonardo Bechini y Óscar
Tabernise (hábiles adaptadores de la versión mexicana) se pulieron no sólo
por crear una historia diferente y realista, con personajes complejos en su
mayoría. También, por acercarlos a la realidad y darles vida como seres de
carne y hueso, con sus virtudes y defectos y, en especial, con sus debilidades.
Debilidades como las que puede enfrentar cualquiera. Como dice el amigo
twittero Héctor Anguiano, refiriéndose a Damián y Carolina: “Se trata
de un gran amor que, por desgracia, llegó tarde y en el momento menos
esperado”.
Pero no se trata de justificar a Damián y Carolina. Más bien,
de reconocer la labor y entrega de sus intérpretes: Gabriel Soto y Adriana
Louvier, a favor de Damián y Carolina; el esfuerzo evidente por darles ese
desgarrador realismo y lograr que muchos espectadores, más que juzgar a los
personajes, se identifiquen con ellos y aplaudan la interpretación de los
actores, al grado de que, gracias precisamente a su interpretación, algunos
lleguen a despreciarlos y otros a compadecerlos, a sufrir con ellos las
consecuencias de su pecado.
La productora Giselle
González, ya antes le había su gran oportunidad como pareja central (aquí
sí) de Yo no Creo en Los Hombres. Tan bien funcionó la química que
muchos atestiguamos y, sobre todo, el talento que ambos demostraron, que la
señora González volvió a reunirlos en Caer en Tentación. Gabriel, por
ejemplo, reiterando ese crecimiento histriónico que ha demostrado con el paso
de los años y del que en sus inicios como actor, muchos dudaron. Paso a pasito,
llegó al nivel que con evidente esfuerzo, seguramente él mismo se impuso, ahora
con un Damián pulcramente interpretado. Y ella, Adriana, como siempre,
cumpliendo con el reto de traspasar la pantalla, con una Carolina terriblemente
humana, plagada de matices a favor y en contra, de acuerdo a su complicado
personaje: por momentos criticas y juzgas a Carolina; y después la compadeces, por
el sufrimiento y conflicto que significa ser víctima de ella misma, de un amor
prohibido que la mantiene en el estira y afloja, entre la disyuntiva de dejarse
llevar por el deseo, por ese amor a destiempo que a final de cuentas la atrapa
y que más que disfrutar, padece con todas sus consecuencias. Y no cualquier
actriz es capaz de plasmar en un solo personaje tantos matices y esa lucha de
sentimientos encontrados con todo el dramatismo que ello significa.
Así, la otra pareja protagónica de Caer en Tentación, sin la
cual, la historia no podría ser la que estamos disfrutando. Aplausos a los dos,
a Gabriel y Adriana, por esta nueva muestra de profesionalismo y talento. Y
también, de paso, por tratarse de dos seres humanos en constante superación que
a pesar del nivel que han logrado como actores, no han perdido la sencillez que
los caracteriza y sin la cual, no les hubiera sido posible encarnar a personajes
tan reales y controvertidos, como Damián y Carolina, con todos sus pecados y
víctimas de su propio drama, el que ellos mismos crearon por Caer
en Tentación.
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