Durante años nos hemos quejado de una crisis
telenovelera, sobre todo en Televisa,
por culpa no sólo de tantos refritos a los que los adaptadores, con tal de
darles un “cambio” o supuestamente “refrescarlos”, deforman, echando a perder
las historias originales. Esto, sin olvidar los abundantes clichés que hacen
las tramas previsibles desde el principio. ¿Y el factor sorpresa, la novedad? Elementos
primordiales, sustituidos por otros más fáciles y al aventón: el abuso de la
odiosa paja que los adaptadores (seguramente con permiso del productor) añaden
a esas historias, no sólo (y a su juicio) para hacerlas “diferentes”, sino
también más largas, con personajes y subtramas de relleno que nada tienen que
ver con el asunto central o la columna vertebral.
Por
otro lado, la moda las narconovelas, al principio novedosas, pero que con el
correr de los años, se han vuelto repetitivas, abusando de los mismos
elementos: violencia, persecuciones, balaceras, sangre, torturas, traiciones y
demás, haciendo que todas se parezcan. Para colmo, como un mal ejemplo, sobre
todo para las nuevas generaciones. Antes, los protagonistas tenían que ser
aspiracionales. ¿Y qué sucede ahora con los despiadados narcotraficantes
millonarios que viven en espectaculares mansiones, rodeados de todo tipo de lujos?
Pues claro, niños y adolescentes que ven esas series a cualquier hora del día,
cuando sean grandes, quieren ser como El
Señor de los Cielos, por ejemplo.
Sin
embargo, poco a poco, aunque sigue en su apogeo la jugosa industria de las
narconovelas, la propia empresa Televisa, concretamente el productor Juan Osorio (luego de un intento
fallido como Sueño de Amor) nos
sorprende con una especie de bocanada de aire fresco: Mi Marido Tiene Familia, una historia de amor que, aunque refrito
(pero muy bien y respetuosamente adaptado) de un teledrama coreano, My Husband Got a Family y el antiguo y
tan trillado cliché del “hijo perdido”, propone un retorno al melodrama puro y
tradicional, salpicado con comedia. Pero ojo: no ese tipo comedia burda y de
pastelazo con personajes “chistosos” a la fuerza, sino con situaciones y
personajes que parecen sacados de la vida real, personajes de carne y hueso que
se vuelven entrañables y con los que el televidente logra algo muy importante y
que se había perdido: la identificación con el televidente que puede verse
reflejado en cualquiera de los personajes.
Sí,
un melodrama con tintes de humorismo espontáneo, gracias a esos personajes tan
bien delineados y, muy en especial, gracias a un elenco de primer nivel (con
una que otra excepción), comenzando por la pareja central a cargo de Zuria Vega (protagonista con garantía)
y sobre todo (como gran sorpresa), Daniel
Arenas, alejado del clásico y simplón galán, ahora ante su gran oportunidad,
para demostrar que también es actor.
Como hace mucho no sucedía, se conjuntan los
elementos primordiales para crear una historia sencilla y sin grandes
pretensiones, pero con un encanto que la caracteriza. Una fórmula sencilla que
avanza y no se queda en lo mismo ni se atora con eventos repetitivos. Más bien,
personajes creados, actuados y dirigidos con inteligencia,
Mi Marido Tiene Familia, símbolo de la
nueva era de Las Estrellas (antes El
Canal de las Estrellas) que con sus muy considerables índices de audiencia
(desde su estreno y hasta la fecha, en el primer lugar), viene a demostrar una
vez más que la calidad no está reñida con el éxito y que el melodrama puro,
sencillo, emotivo y sin tantas pretensiones, nunca va a pasar de moda, aún ante
la invasión de las narconovelas o las series policiacas, políticas y de acción.