¿QUE EL MELODRAMA SUCUMBE?
Este espacio, este Cuadro de Honor, estuvo vacío desde hace casi siete meses, desde el
más reciente, dedicado a Caer en Tentación, en febrero de
este mismo año. Y no por flojera o apatía. Honestamente −y desde mi muy
particular punto de vista− porque ninguna de las telenovelas que me ha tocado
ver en este tiempo, me había entusiasmado, como para (precisamente desde Caer
en Tentación), seguirla capítulo tras capítulo y, lo mejor, disfrutarla
escena tras escena, fluyendo sin estancarse, sorprendiéndome con todos y cada uno de los elementos que
la conforman, como recién me sucedió con La Jefa del Campeón, desde su
estructura literaria. Sí, una adaptación de la colombiana La Mamá del 10, pero con
un aporte propio, por parte del grupo de adaptadores y sin llegar al clásico
refrito en el que, con la pretensión de hacerlo lo más diferente posible al
original, abundan ocurrencias sacadas de la manga o simple paja sin sentido,
echando a perder la trama original.
La
Jefa del Campeón, va más allá de eso, del simple refrito cómodo y facilón,
salpicado de “ideas” que en lugar de enriquecer la trama original, la echan a
perder.
Esta
Jefa
del Campeón tuvo su propio y peculiar sello, incluso, como una historia
aspiracional, gracias al evidente esfuerzo y dedicación de una mancuerna de
adaptadoras con talento por demás demostrado: la experimentadísima Marissa Garrido (célebre, desde la
época de las radionovelas y autora de grandes clásicos del melodrama), junto
con Ximena Suárez, otra reconocida
escritora. Claro, sin pasar por alto a los autores del original: Isabel de Sara y Julián Aguilar. Un equipo literario en armonía, como pieza
fundamental y punto de partida, para proporcionarle a los productores, Roberto Gómez y Silvia Cano, igual que a los directores, Walter Doehner y Víctor
Herrera, la materia prima, para hacer maravillas con un bien elegido grupo
de actores, dando por resultado una singular variedad de personajes de carne y
hueso, cada uno con su importancia, espacio y características, logrando el
engranaje perfecto, sin que ninguno esté de más o como relleno.
Todos
y cada uno cumpliendo con su misión: desde la encantadora y por demás talentosa
África Závala, con esa versatilidad
y entrega que la caracterizan, junto con Carlos
Ferro, siempre sobrio y a la altura, quien después de Caer en Tentación,
reafirma su nivel actoral, con un personaje al que le imprime su propio sello.
Un elenco de primera en el que, claro, hay que destacar a la deliciosa y
siempre entregada Vanessa Bauche,
sin pasar por alto a los demás actores (el espacio no alcanza para nombrarlos a
todos), con mención especial para el joven y carismático Enrique Arrizón (Reinaldo), como la gran revelación, precisamente
“el campeón”, dentro de la historia y, también, fuera de ella.
En plena crisis telenovelera
−al menos en México− con la invasión de las narconovelas que, invariablemente,
guardan una cierta similitud y sin aportar ninguna novedad, desde hace varios
años, pero eso sí, apareciendo una tras otra y a granel, La Jefa del Campeón,
significó una bocanada de aire fresco y, lo más importante, una muestra de que
el melodrama clásico (sin paja ni trillados clichés) no está en decadencia ni a
punto de desaparecer, como muchos han opinado. El melodrama es el melodrama,
desde los inicios de la televisión y por algo ha perdurado a lo largo de más de
cincuenta años. Pero, claro, el melodrama bien hecho y renovado, actualizado,
modernizado y, sobre todo, realizado con esmero, con amor, como en este caso,
el caso de La Jefa del Campeón, una historia emotiva y ágil, un ejemplo a
seguir, sin necesidad de las “chistosadas” que ahora también abundan o las
pretensiones imitadas y sin fundamentos que otros insisten en seguir,
supuestamente, para “transformar” el género y hacerlo evolucionar, con
resultados desastrosos. La evolución está aquí, en La Jefa del Campeón. ¡Bravo!