Así como el antiquísimo cliché de la sufrida madre
que pierde a la hija y se la pasa buscándola (claro, sin dejar de llorarle), se
ha vuelto imprescindible en muchas telenovelas (los casos más recientes Amor de Barrio y Lo Imperdonable), no se queda atrás otro cliché muy socorrido: el
de los enamorados que, de repente y sin previo aviso, corren peligro de ¡ser
hermanos!, por “azares” del destino, aunque luego (sin que se les ocurra
practicarse una prueba de ADN), resulta que no, que siempre no. Que sólo fue
falsa alarma. Lo hemos visto (sólo por mencionar los casos más recientes) en La Sombra Del Pasado, Muchacha Italiana Viene a Casarse, Que te Perdone Dios y, por si fuera
poco, actualmente en Amor de Barrio,
entre Raúl (Pedro Moreno) y Laura (Alejandra García). Lo peor es
que pasan y pasan capítulos y a Raúl (quien tiene la sospecha) no se le ocurre
investigar la verdad. Bueno, en caso de que se despabile y se ponga las pilas,
tiene todos los capítulos que le restan a la telenovela para descubrirlo,
aunque sea al final. Lo verdaderamente original y sorpresivo sería que en esta
ocasión, ¡sí resultara que son hermanos incestuosos y pecadores!
Uno se pregunta a menudo,
qué caso tiene producir tantas telenovelas, si en las historias, aparte de
previsibles y de saber desde el principio lo que va a suceder, se repiten
situaciones casi idénticas. Falta de ingenio o de ganas de trabajar por parte
de escritores y adaptadores.
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