Amor de Barrio, aún tratándose de la combinación de dos antiguas historias
(Paloma y Muchacha de Barrio) que en su tiempo fueron grandes éxitos, no
cumplió con las expectativas. El motivo principal: una adaptación por demás
fallida en la que los adaptadores, evidentemente, se hicieron bolas con un
montón de personajes (muchos sacados de la manga y a destajo) que no cumplieron
con ninguna función y que quedaron como simple paja.
Lo más grave: varios
buenos actores se vieron afectados con esos personajes desdibujados y sin
fuerza, como simple relleno. Sin embargo, hay que destacar, entre los contados
aciertos en cuanto a actuaciones, la participación de Jessica Coch con un doble personaje que al principio sonaba de lo
más interesante: Tamara, una
respetable mujer rica que por las noches se ponía su peluca y se maquillaba al
estilo Nina de Montenegro (la de Pasión y Poder) para, como Monalisa, escapársele al marido e irse
a cabaretear a un antro, aunque, gracias a los escritores, nunca supimos para
qué o por qué, cuando a esa doble personalidad se le pudo sacar más jugo, si le
hubieran puesto atención y, sobre todo, apoyarla con sustentos más reales y
creíbles.
Y para colmo, a lo
largo de la trama, en ocasiones parecía que se habían olvidado de los dos
personajes y de la situación misma que daba para más. Transcurrieron capítulos
en los que no sabíamos ni de Tamara ni de Monalisa. Ya hasta al final, se les
ocurrió convertirla en asesina en serie cuando, sorpresivamente, con el
original recurso de obsequiar chocolatitos con premio (envenenados) se deshacía
de quienes le estorbaban, junto con Delfina,
su secuaz, otro personaje desperdiciado. El “dúo diabólico” nos quedó a deber.
Así que la Coch se
merece este Cuadro de Honor porque,
siempre cumplidora, profesional y talentosa, aún contra la corriente y luego de
enfrentar tantos absurdos que le impusieron los escritores, logró los dos
mejores personajes de la telenovela, insisto, aunque no les hayan sacado jugo.
Incluso, si la telenovela hubiera girado en torno a Tamara y Monalisa, explotando
en verdad el potencial de la doble (aunque
inexplicable) doble personalidad, Amor
de Barrio hubiera resultado otra cosa.
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