No siempre –o, más bien, muy pocas veces– la calidad
tiene que ver con altas audiencias, al menos en México. Y esto, hablando de las
telenovelas, luego de años y años (sobre todo los más recientes) en los que sin
un producto realmente sobresaliente, surgió la moda de las “fórmulas
comprobadas” o más bien, “fórmulas fáciles”, llámese refritos o remakes (por
nombrarlos de una forma más elegante) incluido el término de la “inspiración”
(todavía más elegante) refiriéndose a tramas “inspiradas” en otras más antiguas
y, lo peor, trilladas. Y si a esto agregamos que con tal de alargar las
historias originales, a los ingeniosos escritores (apoyados por los
productores) les dio por recurrir a la paja a destajo, resultó inevitable (y
también más fácil) incluir los clichés y arquetipos de siempre. El resultado:
telenovelas desastrosas en las que se repite hasta el cansancio la misma
historia con una que otra variante.
Y lo
peor: mientras en países como España, Brasil o Turquía (como ejemplo más
reciente) el género fue evolucionando, dando lugar a verdaderas joyas y hasta
obras de arte, más que simples telenovelas, México se quedó a la deriva, en un
estancamiento sin remedio, luego de haber sido líder en tiempos de Los Ricos También Lloran, a principios
de la década de los 80, en el siglo pasado.
Los
tiempos cambian y aunque el gran público mexicano se haya acostumbrado sin
chistar a esa época de refritos, llegó el momento en que esos refritos, ya no
alcanzaron el mismo nivel de audiencia que al principio. Entonces, surge la
necesidad de un cambio, de mostrar en pantalla algo diferente, realmente
diferente.
Y a
falta de oportunidad a nuevos escritores, los de siempre (brincando de
telenovela en telenovela) se quedaron como simples adaptadores, destrozando (en
la mayoría de los casos) esas historias que en su tiempo (muchos años atrás)
alcanzaron el éxito.
El
gran paso surge cuando (como ha sucedido en otros países) aparecen las series,
muchas de ellas también en el género del melodrama, de la historia de amor como
eje central, como sucede en la española Velvet
(la Cenicienta pobre y el muchacho rico), pero a otro nivel, un nivel muy
superior en el que se nota la inversión y el ingenio para darle la vuelta a la
tortilla y lograr un producto diferente, aderezado con suspenso, acción,
tensión…
Como
sucede también en El Hotel de los
Secretos. Sí, refrito de la serie española Gran Hotel. Pero un refrito digno y respetuoso de la historia
original. De entrada, la decisión de acabar de una buena vez con los culebrones
repletos de paja y repetitivos, para centrarse en una historia más limpia y
compacta, con subtramas que en vez de estar de relleno, enriquecen la trama
principal.
No
importa si El Hotel de Los Secretos
no logró los niveles de audiencia de la tan deficiente (y hasta burda) Rosa de Guadalupe. Como televidente,
¿qué nos importa? Si al menos, para los que seguimos ese Hotel de los Secretos, atestiguamos el inicio de una nueva
tendencia en la que se nota un esfuerzo y, en especial, el verdadero talento de
un gran equipo de diseñadores de vestuario, ambientadores, escenógrafos,
camarógrafos, iluminadores, maquillistas, peinadores… hasta lograr un tipo de producto de lo más
digno que, ya veremos (tiempo al tiempo) logrará acaparar más audiencia, en
caso de seguir por el mismo camino: series de 40, 60 u 80 capítulos, ya sin necesidad
de recurrir a la tediosa paja. Y esto, como ejemplo también para los culebrones
ya obsoletos.
Bien
por El Hotel de Los Secretos, sin
pasar por alto, también, el super elenco, mezclando actores y actrices de gran
valía, con caras nuevas o poco vistas en televisión, dando por resultado lo que
muchos televidentes ansiábamos desde hace años: algo nuevo.
Trabajo
impecable, redondo, cuidado en todos y cada uno de sus detalles, hasta en su
último capítulo, aquí sí, con un Gran Final, sin la clásica boda, sin prisas,
sin rellenos. Todo muy al nivel de lo que vimos en sus 80 episodios. Y lo
mejor, como debe de ser, un final de sólo una hora. Y más original con la feliz
pareja de Ángela y Lupe, rumbo a la realización de su
amor.
Un
ejemplo más de que se puede. Claro que se puede. He aquí el camino a seguir.