lunes, 22 de febrero de 2016

DEL 2 AL 13

AZTECA CON LAS MEJORES TELENOVELAS

A fines de los 90 del siglo pasado, cuando surgieron las primera telenovelas de Azteca 13 (primero, producciones independientes) como El Peñón del Amaranto, A Flor de Piel y, posteriormente Con Toda el Alma y Te Dejaré de Amar, se anunciaba con bombo y platillos que, por fin, las telenovelas de Televisa se enfrentarían a una aguerrida competencia. No fue así, hasta que llegaron Nada Personal y Mirada de Mujer, también producciones independientes. Muy en especial, Mirada de Mujer que en efecto, marcó un cambio y logró altos índices de audiencia. Entonces sí, Televisa tembló. La competencia por fin se dio.
En ese tiempo, surgieron las primeras telenovelas propias de Azteca Digital (que, luego, cambió el nombre por el de Azteca Novelas). Las primeras: Al Norte del Corazón, Tric Trac, Rivales Por Accidente (uno de los primeros grandes fracasos de la televisora del Ajusco que de 200 capítulos quedó en 50) y La Chacala. Nada nuevo bajo el sol. Telenovelas que, en lugar de seguir la línea de Mirada de Mujer, se fueron por el camino fácil: los clichés, formatos y tipo de historias al estilo Televisa. Y de ahí pa’l real. Más y más intentos fallidos, muchos de ellos desastrosos, como aquel bodrio titulado Yacaranday y una más (de la que ya ni recuerdo el nombre) que duró apenas una semana. O el caso de Agua y Aceite, que por ser estelarizada y producida por el matrimonio Zurita-Bach, pintaba para gran suceso. Y ese suceso significó, más bien, que a las cuantas semanas de su estreno, también fuera sacada del aire.

Y llegando al momento actual, Azteca tomó una decisión por demás inteligente: reestructurar su forma de hacer telenovelas. Mientras, optaron por comprar paquetes de joyas extranjeras. Aquí sí, fórmulas comprobadas, éxitos en su país de origen y en muchos más, precedidas por ventas millonarias. El primer paso: la suculenta Avenida Brasil, seguida por otras obras de arte brasileñas. Y más recientemente, ¿Qué Culpa Tiene Fatmagül?, de origen turco. Más que una telenovela de primer nivel, una obra de arte, actualmente, en su apogeo, como un ejemplo sorprendente del que ni Televisa ni Azteca han aprendido:  la telenovela actual puede evolucionar, más allá de los clichés y formatos de siempre.

Y mientras Televisa sigue con sus refritos, cada vez peor adaptados de historias viejas y pasadas de moda (con excepción, quizás, de la recién finalizada Antes Muerta Que Lichita y ahora con Sueño de Amor), Azteca cuenta con una barra telenovelera muy superior, aunque tristemente, con telenovelas importadas, pero de primer mundo: ¿Qué Culpa Tiene Fatmagül y las brasileñas: La Vida Sigue e Insensato Corazón, sin pasar por alto Anónima, de manufactura colombiana. Lo malo: que Azteca parece no estar al tanto de las joyas que tiene en su programación. Su promoción es nula. Seguro, los ejecutivos y programadores, no se han tomado la molestia de ver, por lo menos, unos cuantos capítulos de estas super  producciones.


miércoles, 3 de febrero de 2016

SERIES POR TELENOVELAS


Tenía que ser
Ya se habían tardado. Mientras que en otros países, desde hace años, la tendencia han sido las telenovelas cortas o series que, según su éxito, se van alargando en dos tres o hasta diez temporadas (como sucedió en los 80 con series norteamericanas como Dallas o Dinastía), México (con sus dos principales televisoras: Televisa y Azteca) se quedó en lo mismo y lo que es peor: estancado y hasta en retroceso, insistiendo en las famosas “fórmulas comprobadas” que, por más comprobadas que hayan sido, no resultaron del todo. Historias antiguas, desde las décadas de los 50 o 60 que, con una “barnizadita” (llámese “adaptaciones” o, como presumen “versiones libres”) sirvieron para que los adaptadores, dándose vuelo con paja, rellenos y ocurrencias, destrozaran varios clásicos. Más bien, que los deformaran. Ejemplos son muchos. Por mencionar algunos de los más recientes: La Mentira (la más refriteada) en su más reciente versión: Lo Imperdonable. ¿Y qué tal la Muchacha Italiana que Viene a Casarse? O la antiquísima Simplemente María, Imperio de Cristal (convertida en Quiero Amarte) y, el colmo: Pasión y Poder 2015, un ejemplo más de que, como no resultó del agrado del público (con un nivel de audiencia deplorable) pretendieron “arreglarla” precisamente con rellenos e invenciones, sin ton ni son.
Y es que, por otro lado, poniendo, por ejemplo, un clásico como Teresa que en 1959 fue estelarizada por la fallecida Maricruz Olivier y, años más tarde con Salma Hayek… Imagínate… La historia original de Mimí Bechelani, constaba de 50 capítulos de media hora. Y la versión más reciente, la de Angelique Boyer: ¡151 capítulos de una hora! O sea: 302 de media hora. Así que ¿cuánta paja, rellenos, personajes y escenas inútiles tuvieron que agregarle?
Pero Teresa (o Rubí, primero con Fanny Cano y luego con Bárbara Mori) son apenas dos casos que se salvan en su refrito, igual que Corazón Salvaje que en su tercera versión (con Edith González y Eduardo Palomo), resultó la mejor. Caso más reciente: Yo no Creo en los Hombres.
¿Y de ahí en fuera?
Ahí tenemos la decadencia de la telenovela mexicana, los niveles de audiencia que siguen disminuyendo. El televidente que antes seguía las telenovelas con pasión y, ahora, simplemente por hábito, porque no les queda de otra. O los que prefieren las series de televisión por cable o hasta Netflix.
Inteligente decisión, como primer paso, el que dio Azteca, optando por suspender sus producciones telenoveleras y, mejor, mientras se arreglan las cosas, comprar telenovelas brasileñas, colombianas y joyas turcas como ¿Qué Culpa Tiene Fatmagül? que, más bien, es una serie en dos temporadas. O también, cuando decidieron comprar los derechos de Gran Reserva (también serie española) para adaptarla (aquí sí, con apego y respeto al original) aunque con un nombre que nada tuvo que ver con la trama: Caminos de Guanajuato.
Dicen que no hay nuevos escritores mexicanos y que por eso, recurren a los refritos. Más bien, lo que sí existe es flojera y hasta mediocridad por parte de los productores mexicanos a los que les resulta más fácil copiar, “adaptar” o crear sus “versiones libres” en vez de apostar por el talento, por el riesgo de dar oportunidad a nuevos escritores, porque los que existen, se convirtieron más bien en adaptadores, casi siempre adulterando y echando a perder las viejas historias.

La gran esperanza
Televisa, ante tan tremenda crisis, sigue un poco el ejemplo de Azteca y compra los derechos de Gran Hotel (estupenda serie española, de entrada, bien escrita) para convertirla en El Hotel de los Secretos. No la he visto toda. Pero luego de ver la española Gran Hotel, y apenas unos promos, trailers y escenas sueltas de El Hotel de los Secretos, ¡bendito sea Dios!, se nota la gran diferencia: una serie de primer mundo que (aunque con una historia extranjera) está al nivel de las mejores, comenzando con la producción a cargo de Roberto Gómez, la ambientación, la atmósfera, el vestuario, las escenografías y, en especial, como punto base: la historia. Claro, sin olvidar el gran elenco y, lo mejor, la presencia de caras nuevas o poco vistas en las telenovelas.
       Y ahí viene también la señora Carmen Armendáriz, con una adaptación de la serie turca Ezel, por cierto, inspirada en el Conde de Montecristo (en todo lados se cuecen habas) que ahora se llamará Yago, Pasión y Venganza, estelarizada por el hispano Iván Sánchez.
      Vienen más historias turcas, españolas y brasileñas para ser adaptadas, eso sí (y por contrato) bajo la condición de no meterles mano y destrozarlas.

      Así que poco a poco, los culebrones van desapareciendo en las dos televisoras, dando paso, ya sea a las adaptaciones de series extranjeras o, como en el cuento de Caperucita Roja, quitarse de broncas y “genialidades pretenciosas” para, mejor, comprar paquetes de telenovelas extranjeras, bien escritas, producidas y actuadas. Aquí sí, fórmulas realmente comprobadas y a lo seguro, para beneplácito del televidente. ¡Bravo!