miércoles, 3 de febrero de 2016

SERIES POR TELENOVELAS


Tenía que ser
Ya se habían tardado. Mientras que en otros países, desde hace años, la tendencia han sido las telenovelas cortas o series que, según su éxito, se van alargando en dos tres o hasta diez temporadas (como sucedió en los 80 con series norteamericanas como Dallas o Dinastía), México (con sus dos principales televisoras: Televisa y Azteca) se quedó en lo mismo y lo que es peor: estancado y hasta en retroceso, insistiendo en las famosas “fórmulas comprobadas” que, por más comprobadas que hayan sido, no resultaron del todo. Historias antiguas, desde las décadas de los 50 o 60 que, con una “barnizadita” (llámese “adaptaciones” o, como presumen “versiones libres”) sirvieron para que los adaptadores, dándose vuelo con paja, rellenos y ocurrencias, destrozaran varios clásicos. Más bien, que los deformaran. Ejemplos son muchos. Por mencionar algunos de los más recientes: La Mentira (la más refriteada) en su más reciente versión: Lo Imperdonable. ¿Y qué tal la Muchacha Italiana que Viene a Casarse? O la antiquísima Simplemente María, Imperio de Cristal (convertida en Quiero Amarte) y, el colmo: Pasión y Poder 2015, un ejemplo más de que, como no resultó del agrado del público (con un nivel de audiencia deplorable) pretendieron “arreglarla” precisamente con rellenos e invenciones, sin ton ni son.
Y es que, por otro lado, poniendo, por ejemplo, un clásico como Teresa que en 1959 fue estelarizada por la fallecida Maricruz Olivier y, años más tarde con Salma Hayek… Imagínate… La historia original de Mimí Bechelani, constaba de 50 capítulos de media hora. Y la versión más reciente, la de Angelique Boyer: ¡151 capítulos de una hora! O sea: 302 de media hora. Así que ¿cuánta paja, rellenos, personajes y escenas inútiles tuvieron que agregarle?
Pero Teresa (o Rubí, primero con Fanny Cano y luego con Bárbara Mori) son apenas dos casos que se salvan en su refrito, igual que Corazón Salvaje que en su tercera versión (con Edith González y Eduardo Palomo), resultó la mejor. Caso más reciente: Yo no Creo en los Hombres.
¿Y de ahí en fuera?
Ahí tenemos la decadencia de la telenovela mexicana, los niveles de audiencia que siguen disminuyendo. El televidente que antes seguía las telenovelas con pasión y, ahora, simplemente por hábito, porque no les queda de otra. O los que prefieren las series de televisión por cable o hasta Netflix.
Inteligente decisión, como primer paso, el que dio Azteca, optando por suspender sus producciones telenoveleras y, mejor, mientras se arreglan las cosas, comprar telenovelas brasileñas, colombianas y joyas turcas como ¿Qué Culpa Tiene Fatmagül? que, más bien, es una serie en dos temporadas. O también, cuando decidieron comprar los derechos de Gran Reserva (también serie española) para adaptarla (aquí sí, con apego y respeto al original) aunque con un nombre que nada tuvo que ver con la trama: Caminos de Guanajuato.
Dicen que no hay nuevos escritores mexicanos y que por eso, recurren a los refritos. Más bien, lo que sí existe es flojera y hasta mediocridad por parte de los productores mexicanos a los que les resulta más fácil copiar, “adaptar” o crear sus “versiones libres” en vez de apostar por el talento, por el riesgo de dar oportunidad a nuevos escritores, porque los que existen, se convirtieron más bien en adaptadores, casi siempre adulterando y echando a perder las viejas historias.

La gran esperanza
Televisa, ante tan tremenda crisis, sigue un poco el ejemplo de Azteca y compra los derechos de Gran Hotel (estupenda serie española, de entrada, bien escrita) para convertirla en El Hotel de los Secretos. No la he visto toda. Pero luego de ver la española Gran Hotel, y apenas unos promos, trailers y escenas sueltas de El Hotel de los Secretos, ¡bendito sea Dios!, se nota la gran diferencia: una serie de primer mundo que (aunque con una historia extranjera) está al nivel de las mejores, comenzando con la producción a cargo de Roberto Gómez, la ambientación, la atmósfera, el vestuario, las escenografías y, en especial, como punto base: la historia. Claro, sin olvidar el gran elenco y, lo mejor, la presencia de caras nuevas o poco vistas en las telenovelas.
       Y ahí viene también la señora Carmen Armendáriz, con una adaptación de la serie turca Ezel, por cierto, inspirada en el Conde de Montecristo (en todo lados se cuecen habas) que ahora se llamará Yago, Pasión y Venganza, estelarizada por el hispano Iván Sánchez.
      Vienen más historias turcas, españolas y brasileñas para ser adaptadas, eso sí (y por contrato) bajo la condición de no meterles mano y destrozarlas.

      Así que poco a poco, los culebrones van desapareciendo en las dos televisoras, dando paso, ya sea a las adaptaciones de series extranjeras o, como en el cuento de Caperucita Roja, quitarse de broncas y “genialidades pretenciosas” para, mejor, comprar paquetes de telenovelas extranjeras, bien escritas, producidas y actuadas. Aquí sí, fórmulas realmente comprobadas y a lo seguro, para beneplácito del televidente. ¡Bravo!

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