Tenía que ser
Ya se habían tardado. Mientras que en otros países,
desde hace años, la tendencia han sido las telenovelas cortas o series que,
según su éxito, se van alargando en dos tres o hasta diez temporadas (como sucedió
en los 80 con series norteamericanas como Dallas
o Dinastía), México (con sus dos
principales televisoras: Televisa y Azteca) se quedó en lo mismo y lo que
es peor: estancado y hasta en retroceso, insistiendo en las famosas “fórmulas
comprobadas” que, por más comprobadas que hayan sido, no resultaron del todo.
Historias antiguas, desde las décadas de los 50 o 60 que, con una “barnizadita”
(llámese “adaptaciones” o, como presumen “versiones libres”) sirvieron para que
los adaptadores, dándose vuelo con paja, rellenos y ocurrencias, destrozaran
varios clásicos. Más bien, que los deformaran. Ejemplos son muchos. Por
mencionar algunos de los más recientes: La
Mentira (la más refriteada) en su más reciente versión: Lo Imperdonable. ¿Y qué tal la Muchacha Italiana que Viene a Casarse?
O la antiquísima Simplemente María, Imperio de Cristal (convertida en Quiero Amarte) y, el colmo: Pasión y Poder 2015, un ejemplo más de
que, como no resultó del agrado del público (con un nivel de audiencia
deplorable) pretendieron “arreglarla” precisamente con rellenos e invenciones,
sin ton ni son.
Y es que, por otro lado,
poniendo, por ejemplo, un clásico como Teresa
que en 1959 fue estelarizada por la fallecida Maricruz Olivier y, años más tarde con Salma Hayek… Imagínate… La historia original de Mimí Bechelani, constaba de 50
capítulos de media hora. Y la versión más reciente, la de Angelique Boyer: ¡151 capítulos de una hora! O sea: 302 de media
hora. Así que ¿cuánta paja, rellenos, personajes y escenas inútiles tuvieron que
agregarle?
Pero Teresa (o Rubí, primero con Fanny Cano y luego con Bárbara
Mori) son apenas dos casos que se salvan en su refrito, igual que Corazón Salvaje que en su tercera
versión (con Edith González y Eduardo Palomo), resultó la mejor. Caso
más reciente: Yo no Creo en los Hombres.
¿Y de ahí en fuera?
Ahí tenemos la decadencia de la telenovela mexicana,
los niveles de audiencia que siguen disminuyendo. El televidente que antes
seguía las telenovelas con pasión y, ahora, simplemente por hábito, porque no
les queda de otra. O los que prefieren las series de televisión por cable o
hasta Netflix.
Inteligente decisión, como
primer paso, el que dio Azteca, optando por suspender sus producciones
telenoveleras y, mejor, mientras se arreglan las cosas, comprar telenovelas
brasileñas, colombianas y joyas turcas como ¿Qué Culpa Tiene Fatmagül? que, más bien, es una serie en dos
temporadas. O también, cuando decidieron comprar los derechos de Gran Reserva (también serie española)
para adaptarla (aquí sí, con apego y respeto al original) aunque con un nombre
que nada tuvo que ver con la trama: Caminos
de Guanajuato.
Dicen que no hay nuevos
escritores mexicanos y que por eso, recurren a los refritos. Más bien, lo que
sí existe es flojera y hasta mediocridad por parte de los productores mexicanos
a los que les resulta más fácil copiar, “adaptar” o crear sus “versiones
libres” en vez de apostar por el talento, por el riesgo de dar oportunidad a
nuevos escritores, porque los que existen, se convirtieron más bien en adaptadores,
casi siempre adulterando y echando a perder las viejas historias.
La gran esperanza
Televisa, ante tan tremenda crisis, sigue un poco el
ejemplo de Azteca y compra los derechos de Gran
Hotel (estupenda serie española, de entrada, bien escrita) para convertirla
en El Hotel de los Secretos. No la
he visto toda. Pero luego de ver la española Gran Hotel, y apenas unos promos, trailers y escenas sueltas de El Hotel de los Secretos, ¡bendito sea
Dios!, se nota la gran diferencia: una serie de primer mundo que (aunque con
una historia extranjera) está al nivel de las mejores, comenzando con la
producción a cargo de Roberto Gómez,
la ambientación, la atmósfera, el vestuario, las escenografías y, en especial,
como punto base: la historia. Claro, sin olvidar el gran elenco y, lo mejor, la
presencia de caras nuevas o poco vistas en las telenovelas.
Y
ahí viene también la señora Carmen
Armendáriz, con una adaptación de la serie turca Ezel, por cierto, inspirada en el Conde de Montecristo (en todo
lados se cuecen habas) que ahora se llamará Yago, Pasión y Venganza, estelarizada por el hispano Iván Sánchez.
Vienen
más historias turcas, españolas y brasileñas para ser adaptadas, eso sí (y por
contrato) bajo la condición de no meterles mano y destrozarlas.
Así
que poco a poco, los culebrones van desapareciendo en las dos televisoras,
dando paso, ya sea a las adaptaciones de series extranjeras o, como en el
cuento de Caperucita Roja, quitarse
de broncas y “genialidades pretenciosas” para, mejor, comprar paquetes de
telenovelas extranjeras, bien escritas, producidas y actuadas. Aquí sí,
fórmulas realmente comprobadas y a lo seguro, para beneplácito del televidente.
¡Bravo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar.