CON DEFECTOS Y VIRTUDES
CON AMOR Y DESAMOR
De todas las bioseries que se han transmitido en diferentes televisoras, hasta la fecha, Hoy Voy a Cambiar, a pesar de algunas
fallas, es la que, en lo personal, más me ha atrapado, la que más he
disfrutado, la que más me ha conmovido. ¿Por qué? Por la materia prima, el personaje central, la
señora Lupita D’Alessio y, más que
nada, por su valentía y honestidad para narrar su vida, como si se
tratara de una confesión en la que expulsa sus propios demonios, logrando una
historia estrujante que más que despertar el morbo del televidente, más que inspirar
lástima o ser motivo de las más severas críticas por su vida de excesos, aparte
de la admiración que muchos le hemos tenido desde hace años, ahora se convierte
en un ser entrañable que inspira una profunda ternura y logra el cometido que
muchos protagonistas de series o telenovelas quisieran: respeto y cariño.
Con
todo y sus excesos, la Lupita que
conocimos en Hoy Voy a Cambiar logró
traspasar la pantalla, por el realismo que gracias a dos grandes actrices (Mariana Torres y Gabriela Roel), cumplió con el cometido de llegar al corazón del
televidente, haciéndolo partícipe de los entretelones de su vida como
artista, igual que de sus debilidades como persona, llevándolo de la mano por el
calvario que tuvo que transitar, con esa imperiosa y constante necesidad de amor.
El
impacto que logra la mujer como personaje de la vida real, gracias también al talento y sensibilidad de los escritores, hace que se
nos olviden los errores que vimos a lo largo de la bioserie: el exceso de
escenas con Lupita drogándose o emborrachándose y que en dado
momento, llegaron a cansar, como algo repetitivo. Cierto que se trataba de contar
una verdad, pero bien pudieron dosificarse esas escenas y no utilizarlas como
principal gancho, cuando ese gancho era ya la vida misma de un ser
de carne y hueso, como ella misma pregona: “con defectos y virtudes, con amor y
desamor”.
O
también, las constantes intervenciones de la propia Lupita y de sus hijos, con
testimonios reiterativos de lo que estábamos viendo en pantalla o adelantando
lo que estábamos a punto de ver. Esto y, muy en especial, el desfile de pelucas
de mala calidad (se notaba a simple vista) de la mayoría de los personajes,
incluyendo las de la propia Lupita en su etapa adulta. Ah, y la constante mezcla de flashbacks y regresos a la época actual, provocando confusión y restándole impacto a varios sucesos importantes de la trama que veríamos más tarde.
Pero todo
eso, finalmente pasó a un segundo plano. Luego de ver el último
capítulo, Hoy Voy a Cambiar (título
por demás acertado) nos deja un buen sabor de boca y profundas
reflexiones, sobre todo para quienes se encuentran o alguna vez estuvieron
sumergidos en el infierno de las drogas, igual que un alerta para muchos otros.
Mención
aparte merecen la mayoría de los actores a cargo de los personajes principales, en especial, Isabela Camil, Eugenio Montessoro, Anna Ciocchetti y los
jóvenes Axel Alcántara, Joshua Gutiérrez y Paco Luna, como los hijos de la D’Alessio, sin olvidar a Karla Farfán, como Mary.
Ovación
de pie (y prolongada) para Mariana
Torres como gran sorpresa: la Lupita joven y adulta, a pesar del descuido
de los encargados de maquillaje y caracterización que no le ayudaron en su transición
física a lo largo de varias décadas, casi con el mismo corte y peinado. Y para
cerrar con broche de oro la primera actriz, Gabriela Roel, como la Lupita en su etapa actual (de unos años a la
fecha), igual, muy a pesar de la peluca que tuvo que soportar durante toda la
historia.
Hoy Voy a Cambiar, en resumen, una
bioserie que marca una pauta en este género y que se distingue, como
comentamos al principio, por mostrar un relato crudo y al mismo tiempo
conmovedor,
superando a la ficción. Bien por los productores (Rubén y Santiago Galindo)
por este primer intento que sirve de ejemplo para futuras bioseries: la
honestidad para plasmar una historia tal cual, sin caer en el melodrama clásico
o el simple “homenaje”, haciendo que el televidente se la crea y, sobre todo,
que le llegue a lo más profundo.
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