UN
FENÓMENO INESPERADO
Pocas veces de da el caso: que dos personajes
secundarios crezcan a tal grado y adquieran tanta fuerza que, incluso, lleguen
a opacar a los protagonistas y al mismo elenco, conformado, en su gran mayoría,
por actores de renombre y con gran trayectoria. Más peculiar, que
se trate de una joven pareja de adolescentes homosexuales que, representados
con gran dignidad y respeto, protagonicen una dulce y rosa historia de amor que
−también con mucho cuidado y cautela− viene a romper varios esquemas en la
historia del melodrama mexicano, convirtiendo a la pareja en el gran atractivo
de la segunda y tercera temporada de Mi
Marido Tiene Familia, ahora, Mi
Marido Tiene Más Familia.
Emilio Osorio (como Aristóteles, ya desde la primera parte)
y Joaquín Bondoni (como Cuauhtémoc o, simplemente Temo), en cuestión de semanas, se
convirtieron en los consentidos, entre el público televidente que sigue la
telenovela, como si su historia de amor fuera el eje de la telenovela, ganando
cada vez más y más adeptos y simpatizantes.
¿Por
qué? Pues, simplemente, porque en el trillado género del melodrama, plagado de
tantos clichés y situaciones repetitivas y ya muy vistas, la pareja Aristemo viene a darle un aire fresco,
con una tierna historia de amor, actual, con sus toques de realismo y, sobre
todo, diferente, asumiendo el riesgo −como seguramente se temió al principio− de que pudiera ser rechazada por el televidente o que fuera motivo de escándalo
entre el público más conservador.
Juan Osorio, el productor, tan afecto a
asumir este tipo de riesgos en los que, finalmente, casi siempre sale avante,
nuevamente le dio al clavo: Aristemo, más que una singular pareja de jovencitos
homosexuales, resultó todo un suceso, un suceso como hacía muchos años no veíamos
en la televisión mexicana y, menos, en el género telenovelero. Un suceso que
sorprende a propios y extraños −y hasta estudiosos y sociólogos−, dejando
testimonio de ello en las redes sociales, desde hace meses y a diario, como trendin topic, hazaña que resulta
imposible no reconocer y que ningún artista, personaje, telenovela o programa
de televisión había conseguido antes. Menos aún, a tal grado.
Buena
idea. Arriesgada, sí, pero muy bien plasmada −y repito− con mucho cuidado, para
no caer en el arquetipo o cliché de los homosexuales (sobre todo en la época de
la adolescencia) afeminados, exagerados o supuestamente cómicos.
No es la primera vez que una pareja de homosexuales juega un papel importante en un melodrama mexicano. Hay varios antecedentes, aunque tratados en forma más superficial y circunstancial. Hace años, en Alma de Hierro, Rafael Inclán y Luis Gatica (casi como relleno), interpretaron a dos homosexuales que, incluso, llegan al matrimonio, durante una de las escenas finales de la telenovela. O más recientemente, en Papá a Toda Madre, Andrés Zuno y Raúl Coronado, dieron vida a Rafael y Rodrigo, una pareja gay que va más allá, en la primera telenovela que presenta a un matrimonio igualitario, como parte de sus subtramas principales.
Pero en ninguno de los casos mencionados, la pareja gay causó tanto revuelo, como sucedió ahora con los Aristemo, quizás, porque en esta ocasión se ahondó más en la parte afectiva y romántica de la pareja, con un toque cien por ciento juvenil y hasta ingenuo, aunque con su carga de realismo.
Pero en ninguno de los casos mencionados, la pareja gay causó tanto revuelo, como sucedió ahora con los Aristemo, quizás, porque en esta ocasión se ahondó más en la parte afectiva y romántica de la pareja, con un toque cien por ciento juvenil y hasta ingenuo, aunque con su carga de realismo.
Bien
por el señor Osorio, su grupo de escritores, los directores de escena y muy en
especial, el par de actores: Emilio Osorio y Joaquín Bondoni, por haberse
dejado llevar de la mano y otorgarle vida, rostro, cuerpo y corazón a la ya
célebre e innovadora pareja: Aristemo que, como era de esperarse, no desaparece
con el final de la telenovela, ante el gran futuro que le queda por delante, un
futuro ganado a pulso, cuando se reúnen los elementos primordiales a su favor,
empezando por el talento.
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