MÁS BONITA QUE NINGUNA
Se estrenó hace casi tres meses, con grandes expectativas
que curiosa y “misteriosamente” parecieron derrumbarse a las cuantas semanas, como si se tratara de
un “boicot” para demeritar a Doña Flor y
Sus Dos Maridos, calificándola como “fracaso”, basándose a la ligera en
dudosos niveles de audiencia que, finalmente −y como era de esperarse− también
reconocieron el esfuerzo del productor Eduardo
Meza por presentar una telenovela sencilla y sin grandes pretensiones en el
género del dramedy (mezcla de melodrama y comedia), mezclado con realismo
mágico y aderezado con lo más importante: encanto.
Los capítulos necesarios y justos, sin rellenos ni paja,
para lograr una trama que nunca decayó y que fue creciendo en interés, como
ejemplo de un producto de primera: emotivo, divertido y, sobre todo, diferente.
Empezando por la bien cuidada adaptación, con personajes
bien definidos y subtramas hábilmente desarrolladas, la anécdota central (la de
Flor y sus dos maridos, uno de carne y hueso y otro desde el más allá) se
mantuvo como un original triángulo amoroso que le dio a la historia una
característica especial y el ritmo necesario, para mantener presente el interés
del televidente, incluyendo un elemento primordial del que carecen otras
telenovelas: el factor sorpresa, preguntándonos a diario: ¿qué va a suceder con
Doña Flor y Sus Dos Maridos? ¿Qué
más puede suceder?
Mención aparte (y algo también esencial), el elenco,
encabezado por una versátil, carismática y siempre talentosa Ana Serradilla (Flor), acompañada de
sus dos galanes, perfectamente ubicados en sus respectivos personajes: Sergio Mur (Teodoro) y Joaquín Ferreira (Valentín) como toda
una novedad. Y si a esto agregamos la siempre grata presencia y experiencia de
una señorona de la actuación como Rebecca
Jones (Margarita), las apariciones especiales de otra grande como Sylvia Pasquel (las divertidas gemelas
Maximiliana y Carlota), dándose vuelo en su faceta como comediante… y el resto
de un excepcional elenco, mezclando actores jóvenes con otros de apoyo y gran
trayectoria (Roberto Blandón, Gina Pedret, Alberto Agnesi, Alejandro Calva, Liz
Gallardo y, muy en especial, Ricardo
Polanco, por mencionar a unos cuantos) el resultado no pudo ser mejor:
personajes entrañables, cada uno con su propia historia e importancia dentro de
la trama, ninguno de más o como simple relleno. Un verdadero desfile de
talento. Talento en serio y de alto nivel, bajo la dirección de otro experto:
el señor Benjamín Cann.
Sí, lo reconozco, puras flores (desde mi muy humilde opinión,
muy merecidas) para Doña Flor y Sus Dos
Maridos, además del privilegio de reconocer un producto de primera en su
justa medida. ¿Fallas? Una que otra, como en cualquier producción. Pero fueron
más los aciertos. Y esos son los que vale la pena reconocer.
En medio de la ola de refritos intrascendentes y mal hechos,
de narconovelas con abundante sangre, asesinatos y violencia, yo resumiría a Doña Flor y Sus Dos Maridos como una
telenovela bonita, con todo lo que la palabra “bonita” significa. Más bonita
que ninguna, desde su primer capítulo, hasta su Gran Final. ¡Bravo!
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