‘Quiero Amarte’ es una
telenovela que se ha
distinguido por toda
una serie de absurdos y
repeticiones,
comenzando por el fallido idilio central
entre la pareja
protagónica, carente de química y
pasión y, más bien,
marcado por toda una
serie de
incongruencias.
Aparte del exceso de flashbacks, desde el inicio de
la trama, con la pretensión de ir contando dos historias de amor en forma
simultánea (la de los protagonistas y la de sus padres en el pasado), el
romance entre Amaya (Karyme Lozano)
y Maximiliano (Cristian de la
Fuente), más que marcado por el amor (como debería de ser) se ha distinguido
por toda una serie de incoherencias y hasta una evidente carencia de química
entre los actores, restándole credibilidad a sus personajes. Pero, más que eso,
la forma en que las escritoras le han dado una buena dosis de absurdos sacados
de la manga, al desarrollo del idilio: primero intenso y, se supone, dispuesto
a enfrentar todo tipo de obstáculos, a pesar de que él estaba comprometido en
matrimonio con su novia oficial, Constanza
(Adriana Louvier), otro amor débil, desde el momento en que él se enamora de
Amaya y le da alas.
Amaya y Max se conocieron gracias a un aparatoso
accidente en el que él fungió como el clásico héroe salvador. Y luego… Toda una
serie de absurdos se fueron dando, hasta que, finalmente, la boda entre
Maximiliano (a pesar de amar tanto a Amaya), terminó suspendiéndose, porque la
novia (Constanza), no se presentó a la boda. ¡Perfecto! Los protagonistas
quedaron libres para vivir su gran amor a sus anchas. ¿Sí?
Gracias a las escritoras, resultó que Amaya, aunque
muy enamorada, resultó vengativa y excelente investigadora (tipo Sherlock
Holmes), cuando descubre que Lucrecia
(Diana Bracho), madre de Maximliano, es la asesina de sus padres. Y no sólo
eso, ¡también intentó acabar con Amaya!, aunque le falló, pero, eso sí, logró
matar a su pobre tía Dolores (Olivia
Buccio). Así que, como sucede en otras muchas telenovelas, la supuesta heroína
(muy “astuta” y vengativa ella), opta por sacrificar su “amor” a cambio de la
venganza. Y con tal de decepcionar a Max, aparte de decirle que de repente dejó
de amarlo (como sucede también en otras telenovelas) ¡se casa con su hermano César (Flavio Peniche)!, a pesar de
saber que el siniestro tipo también es una fichita y cómplice de Lucrecia, su
desalmada suegra.
Entonces, surge la posibilidad (que muchos
televidentes apoyan) de que Max se quede con Constanza, quien, además, espera
un hijo de él. ¿Y Amaya? Que pague su necedad y deseo de venganza, como esposa
del resentido y malvado César. Su castigo por tonta y atarantada.
¡Perfecto! ¿Sí? Hasta que el destino o, más bien, una
de tantas casualidades que abundan en la trama, hace que Amaya y Max coincidan
de nuevo y, ¡otra vez! es un aparatoso accidente el que vuelve a reunirlos,
aunque ellos sobreviven. Para colmo, a Max lo ataca una serpiente y está al
borde de la muerte. Ya en pleno delirio, Amaya se olvida del marido (César) y
de su sed de venganza: acaba de nuevo en los brazos de Max, confesándole que es
mentira que no lo ama. Al contrario: le reitera que ¡es el amor de su vida! ¿No
que no? Pero, luego, otra vez la burra al trigo: cuando Max se recupera, ella
se arrepiente…Y así, no nos queda más que esperar más incongruencias y
absurdos, con el riesgo (para desgracia de los televidentes que llegaron a
preferir a Constanza como novia y futura esposa de Max) de que, como siempre,
el muchacho se quede con una insegura, voluble y falsamente envalentonada
heroína que a lo largo de la historia, se la ha pasado regándola. Una tras
otra, con sus indecisiones, sin definir una postura clara y enfrentarla
realmente.
Por eso, en varios capítulos, resulta que los
protagonistas han sido, más bien, Mariana
(Renata Notni) e Iván (Andrés
Mercado), quienes a pesar de su juventud y sin tantas indecisiones, han logrado
sacar adelante un romance mucho más bonito, interesante, apasionado y coherente,
sobre todo en los últimos capítulos, cuando, luego de su trágica boda, la
muchacha es secuestrada (por segunda vez) por el villano de Ulises (Diego Amozurrutia), por cierto,
mucho más creíble y menos exagerado que César, el villano de la pareja central.