Con
20 telenovelas y 12 películas,
a
sus 34 años (aunque aparenta mucho
menos
edad) y su eterna apariencia de
adolescente,
Débora Falabella,
menudita
y sin necesidad de cirugías,
implantes
y demás, es fiel ejemplo de
una
protagonista de telenovelas,
cuya
principal característica es el talento
y
la naturalidad.
Y precisamente por eso, en Brasil –y prácticamente en el
mundo entero, donde casi todas sus telenovelas han sido éxitos rotundos– es la
fiel imagen de una protagonista diferente, alejada de los artificios que
caracterizan a otras en diferentes países, incluido México. Lo está demostrando
una vez más en la exitosa Avenida Brasil
que en diferentes países ha resultado todo un suceso, aunque no en México, por
desgracia, por falta de promoción de la televisora Azteca que, a pesar de
otorgarle el horario estelar y de tener oro puro en sus manos, no supo
aprovecharla, llegando apenas a los 10 u 11 puntos de rating que, a pesar de
todo, significan un logro digno de tomarse en cuenta, si comparamos los
inferiores índices de audiencia de las otras producciones de su barra
telenovelera y, sobre todo, su manufactura, su nivel, desde la historia misma,
nada del otro mundo, pero manejada con agilidad e inteligencia, con escenas y
capítulos redondos y, muy en especial con ese toque tan natural en las
actuaciones y el desarrollo de lo que sucede en la trama.
Aunque también con su buena dosis de paja (en todos lados se
cuecen habas) el conflicto central de Avenida
Brasil (el ansia de venganza de Rita,
la protagonista, en contra de su malvada madrastra, Carmina y, claro, la historia de amor, tan llena de obstáculos,
entre ella y Jorgito) es el principal
y más atractivo ingrediente, para mantener pendiente al televidente, a los
miles de seguidores que, de paso, le ha robado a Lo Que la Vida me Robó (la líder en rating, y en el mismo horario)
que, luego de su abusivo alargamiento, perdió adeptos que cambiaron de canal,
para seguir a Avenida Brasil.
No importa su éxito mediano. Lo que importa realmente es
marcar un precedente y ver (para quienes están abiertos al cambio) lo que en
Brasil se está haciendo: algo diferente a lo que se hace en México, Colombia,
Venezuela, Chile y hasta Estados Unidos.
Finalmente, en nuestro país, muchos tuvimos el placer de
conocer esta telenovela y, sobre todo, de disfrutar de sus desconocidos
actores, incluyendo a Débora Falabella,
frágil, sin maquillaje y hasta descuidada en su aspecto, para descubrir a una
protagonista diferente y vanguardista, a la cabeza del gran elenco y capaz de
sacar adelante su bien armado y bordado personaje.
Para muchos “feíta” y sin chiste, la Falabella, con todo y todo, es (aquí sí), una verdadera reina de
las telenovelas. Una reina que, igual, seduce y enamora. Una muestra más de que
el talento siempre se impone, muy por encima de los arquetipos, las pestañas
postizas, el botox, los senos frondosos, el maquillaje impecable y el vestuario
de marca. Ojalá en México, a una Kika
Edgar, por ejemplo, de características similares a las de Débora, le
otorgaran una oportunidad así.
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