RAPIDITO Y DE BUEN
MODO
El melodrama es el melodrama y nunca pasará de moda,
incluso, ante la nueva ola de las narconovelas o de las series, muchas de las
cuales tienen, precisamente, el melodrama como columna vertebral: la historia
de amor.
Sin embargo, harto ya el
televidente del abuso con los refritos (muchos de los cuales, más que
adaptaciones, terminan por destrozar el melodrama original), la solución y
ejemplo a seguir (en vista de que la telenovela no puede morir así nada más)
bien podría ser la recién concluida Corazón
Que Miente.
Original de doña Caridad Bravo Adams (reina del
melodrama al más puro estilo), primero se llamó Estafa de Amor (1961) que años más tarde, en 1968, tuvo su primer
remake con el mismo título. Sesenta y seis capítulos de media hora (que
actualmente serían treinta y tres capítulos de una hora), el tiempo justo para
narrar la historia. Hasta que en 1999, don Ernesto
Alonso la convirtió en Laberintos de
Pasión, con 80 capítulos de una hora, claro, ya desde entonces, con su
dosis de agregados para alargarla.
Hasta que en este 2016, MaPat L. de Zatarain, le dio al clavo,
creando la que hasta ahora podría ser la mejor versión, con 70 capítulos de una
hora, más otros dos para su gran final, agradeciéndole, de corazón, que no haya abusado de paja y rellenos, compactando la
versión anterior y logrando una historia redonda, completa, interesante y
emotiva, aunque con algunos actores repitiendo personajes que ya les habíamos
visto en otras telenovelas, además de clichés tan socorridos, como el del padre
sorpresivo y millonario, Antonio Miranda (Rubén
Cerda) que aparece ya casi el final, para encumbrar (y de paso, vengar) a
Mariela (Thelma Madrigal) la hija de
la que el destino la separó y convertirla, como un acto de justicia, en socia
mayoritaria de la empresa construida en el terreno que el villano Demián Ferrer
(Alejandro Tommasi) robó a su
abuelo, Manuel Salvatierra (Eric del
Castillo), años atrás. O también, otro padre inesperado, Leonardo Del Río (Diego Olivera) quien ya al final,
resulta ser el progenitor de Alonso del Río (Pablo Lyle), nada más y nada menos que su rival en amores, con
(Mariela) como manzana de la discordia.
Situaciones bien resueltas
desde la versión original de Caridad Bravo Adams, pero en esta ocasión, enriquecidas
con esmero e inteligencia por el grupo de adaptadores, librándonos (como ya
dijimos) de la odiosa paja que otros productores acostumbran y que no aportan
nada a la trama central.
Casi cuatro meses apenas. Y
no los ocho, nueve, diez o hasta doce meses a los que nos tenían acostumbrados
otros realizadores, con culebrones que terminan por aburrir.
Y además de la espléndida
producción y la dirección de escena, un gran elenco en el que, aparte del
triángulo protagónico, disfrutamos de presencias tan gratas e indispensables en
un buen melodrama, como las señoras Helena
Rojo y María Sorté, primerísimas
actrices de soporte que le dieron su respectivo y elegante toque a la historia,
sin olvidar a una gran e intensa villana como Lourdes Reyes y la aparición de caras nuevas: Emmanuel Palomares y Federico
Ayos, entre otros, para complementar el cuadro.
Todos y cada uno de los
elementos necesarios (en especial el de escenas tan emotivas), para crear la
que, hasta ahora es uno de los mejores melodramas de los últimos años,
agradeciendo a la señora MaPat, sobre todo, la agilidad y pulcritud de una
telenovela de primera.
Pero desgraciadamente no todos son Mapat y la mayoria de los productores padecen estrellitis aguda, verdad Chava Mejía???, en fin, ya veremos
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