Quitándole el “Acapulco” y dejándole
el simple título de “Siempre Tuya”
(aunque nada novedoso), la nueva telenovela
de Azteca 13 (por lo que vimos en su
primer capítulo) pensamos que podría resultar.
Sin embargo, ya en el segundo capítulo…
¡Pan con lo mismo! Una
historia llena de clichés y, una vez más, la pretensión (que no a todos les
resulta, con excepción, quizás, de telenovelas como Qué Pobres Tan Ricos), de combinar el melodrama con la comedia o,
más bien, con “chistosadas” que a juicio del escritor, desde su muy peculiar
punto de vista, pueden resultar graciosas. Y es que no es fácil darle en el
clavo y lograr el equilibrio idóneo que impuso (a principios de este siglo) Yo Soy Betty, la Fea, siguiendo con
otras producciones como Hasta Que el
Dinero Nos Separe (remake de la colombiana Hasta Que la Plata nos separe).
Y, bueno, para variar,
todo parte de la trama o, más bien, del escritor, Alberto Gómez, creador de varios bodrios como Gata Salvaje y Alma Rebelde;
o adaptador de historias tan fallidas y absurdas, como Mar de Amor y Amores
Verdaderos, entre las más recientes. De ese tipo de escritores que, al
parecer, trabajan a destajo. Sí, muchas historias de su autoría que ahora, con Siempre Tuya Acapulco (comenzando por
el cursi nombrecito) repite los mismos clichés, anécdotas y situaciones
previsibles que ya le conocemos y que hemos visto tantas veces.
Para empezar… eso del
galán que sufre un accidente aéreo en el primer capítulo y es rescatado por la
heroína de la historia (adelantándonos mucho de lo que va a suceder)… ¿Cuántas
veces lo hemos visto en otras telenovelas? Y sin ninguna novedad: el muchacho
es rico y la muchacha que lo rescata es pobre. Lo llamativo, quizás, es que el
accidentado, Diego (Daniel Elbittar) sufre ese accidente,
el mismo día de su boda y, por lo mismo, no llega a ella y deja plantada a la
pobre novia… ¿Pobre? Si como nos dimos cuenta desde el primer capítulo, es una
arribista y, como siempre, hija de otra arribista. De tal palo, tal astilla… Y,
luego, ¿qué demonios andaba haciendo el muchacho, divirtiéndose en una avioneta
el día de su boda? Por atarantado, para colmo, se queda ciego y, además (otro
detalle muy “original”, ¡pierde la memoria! Lo bueno es que, después de harta
sangre y terribles golpes a causa del accidente, al poco rato, ya no le queda
ni un moretón y a pesar de los golpazos que se llevó al caer en un paracaídas,
puede moverse como si nada. Seguro, los remedios de su salvadora, surtieron
excelente efecto, mientras que la novia
plantada (ignorando el accidente del novio), hace tremendo berrinche, en medio
de sus invitados y, claro, del escandalazo. Lo bueno es que la joven rescatista
Olvido (Melissa Barrera), encuentra a su príncipe azul.
Un primer capítulo, eso
sí, con mucha acción y con la habilidad por parte del escritor (hay que
reconocérselo), de presentar a los personajes principales, dándonos un perfil
casi completo de cada uno de ellos, aunque, insisto, valiéndose de los clásicos
clichés que hemos visto en otras telenovelas. Otro atractivo: el elenco. El
primer protagónico (al menos en Azteca 13) para Daniel Elbittar, un venezolano (de los pocos extranjeros que logra
la hazaña de un acento neutro y sin el sonsonete de sus compatriotas) a quien
tenían relegado como villano. Lo malo: que en su afán de interpretar un ciego
convincente, por momentos no controla sus ojos y, más que ciego, parece bizco.
La sorpresa: Melissa Barrera, ante
su primer estelar. Linda y buena actricita. Y muy en especial, Gabriela Roel como otra ¡gran villana!,
odiosa y desalmada. Y párale de contar. Nada nuevo bajo el sol y, por si fuera
poco, con la desventaja de competir en el mismo horario con Qué Pobres Tan Ricos, una telenovela ya
posicionada y exitosa que, aquí sí, combina en forma magistral el melodrama con
la comedia.
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