Por Siempre mi Amor, perdió el encanto de Mi
Segunda Madre, la historia original en la que está
basado el refrito que, con tal de estirarlo con base
en nuevos personajes y situaciones (o rellenos)
ha logrado que el conflicto central se diluya,
entre tanta paja y ocurrencias de los
adaptadores.
Fue hace un par de años que el mismo productor (Ignacio
Sada) logró la gran hazaña de levantar el horario vespertino con el que
inicia la barra de telenovelas de El Canal de las Estrellas, con la
telenovela Un Refugio Para el Amor, remake de la venezolana La
Zulianita (1977). El alto rating, lo mantuvieron (en ese mismo horario)
Corona
de Lágrimas y, muy en especial, Corazón Indomable que consiguió el
máximo índice de audiencia, por encima del resto de las telenovelas, incluso,
la del horario estelar.
La fórmula (creo yo): melodrama clásico (aunque
refrito), pocos personajes (sin rellenos) y, en especial, centrar la historia
en el conflicto central o columna vertebral, con sus respectivos protagonistas
y antagonistas, sin necesidad de añadirle personajes o anécdotas de más que, se
nota, están sacados de la manga, sin mayor función que servir de relleno, como
está sucediendo en Por Siempre mi Amor, también producida por Ignacio Sada, quien
parece que no se apegó a la fórmula que tan bien le funcionó con Un
Refugio Para el Amor.
En Mi Segunda Madre (la versión
original), el asunto central era el triángulo conformado por la protagonista (María
Sorté), precisamente la segunda madre (o madrastra) de una adolescente
(Daniela
Castro) que es seducida por un hombre mayor que ella (que podría ser su
padre), nada más y nada menos que el cínico y malvado ex marido (Fernando
Ciangherotti) de su segunda madre, quien se hace pasar por muerto y reaparece,
con el objetivo de vengarse de la segunda madre y lograr el enfrentamiento
entre ésta y su hijastra.
La simple anécdota entre este triángulo, como tema
central, ya ofrece un sinfín de posibilidades dramáticas y, si de alargar la
historia se trata, los añadidos de Por Siempre mi Amor, pudieron
centrarse en el conflicto mismo, teniendo, además, a la resentida de Sonia (Dominika Paleta) como antagonista
y aliada del villano, Javier (antes Fernando), a cargo de un Héctor
Suárez Gomís, al que, por principio de cuentas, no le creemos sus aires
de galán, capaz de seducir a una jovencita como Aranza (Thelma
Madrigal).
Y luego, su absurda caracterización: en la primera
etapa, con un bisoñé y lentes, cómo únicas armas para que, en su reaparición,
¡nadie lo reconozca!, gracias a que ahora está pelón y usa unos pupilentes
azules. Se rompieron la cabeza con tal caracterización y, peor aún, con que ni
siquiera Isabel (Susana González), la protagonista y
“viuda”, lo reconozca, aunque llegue a tener sus sospechas.
Por otro lado, ¿para qué tantas anécdotas de relleno?
¿A quién le importa el romance otoñal entre la tal Tita (Ana
Martin) con Osvaldo (Humberto Elizondo)? O la historia de
una Cenicienta más, representada por una niña de la calle, Marianela (Tania
Lizardo) con un junior, dominado (aunque ya bastante crecidito) por su
dominante padre. Peor tantito, el romance frustrado entre Bruno (Alejandro
Ruiz) y Gabriela (Martha Julia), con una “española”
como Almudena
(Elena
Torres), exagerada en su mal logrado acento español. Y así, otros
tantos personajes y situaciones que fungen como estorbos o distracciones, en
especial, cuando la cosa parece que se va a poner buena entre el triángulo
central y, en vez de eso, se prolonga cada vez más y más.
El resultado: el gran rating que consiguió Corazón
Indomable, se vino al suelo. Y ni cómo ayudarlos.
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