Por
desgracia, muchos escritores de
telenovelas, han sigo relegados a
la labor de
adaptadores, no siempre
con buenos resultados y, en la mayoría
de las
ocasiones, echando a perder
las historias originales que les
encomiendan.
Una excepción: Lo Que la
Vida, me Robó, superior a sus versiones anteriores: Bodas de Odio y Amor Real,
enriquecida, con más ritmo y elementos bien pensados y sustentados. Caso
contrario, lo que estamos viendo en Por
Siempre mi Amor (originalmente, Mi
Segunda Madre) que, con tal de extenderla, se ha visto plagada de paja y
rellenos, además de personajes caricaturescos y absurdos, como el villano
central, primero Fernando y, luego, Javier (a cargo de Héctor Suárez Gomís) al que no le creemos sus ínfulas de galán a la
fuerza, capaz de enamorar a una adolescente (aquí sí, creíble y bien
interpretada, como Aranza (Thelma Madrigal). Y, luego, eso de que,
después de haber estado en la cárcel y de que lo dan por muerto, reaparece,
años después, pelón y con pupilentes azules, elementos “suficientes”, para que
nadie lo reconozca. ¡Ni siquiera Isabel (Susana González), su ex esposa.
Por otro lado, ¿qué onda con la señora Ana Martin?, interpretando a la
supuestamente pícara y “simpática” de Tita.
Le pasamos eso de su frustrado romance otoñal con el señor Osvaldo (Humberto Elizondo),
pero eso de que a escondidas (incluso, de su hijo) se dedique a socorrer a
niños de la calle… Bueno, eso también se lo pasamos. Lo que no: que utilice un
ridículo atuendo de cuero negro de “motociclista”, con todo y casco y, para
acabarla de amolar, ¡una peluca morada! Ah, y sin faltar sus lentes oscuros,
aunque cuando aparece en su moto (a unos diez kilómetros por hora) ¡nunca la
vemos correr realmente a toda velocidad! Ocurrencias y más ocurrencias que
lejos de enriquecer la historia original, la han echado a perder, agregándole a
cada rato personajes de relleno, sin ton ni son, y apartándose de la esencia de
la trama.
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