domingo, 20 de diciembre de 2015

A QUE SÍ TE DEJO

Y sigue la crisis telenovelera en el Canal de las Estrellas. Su telenovela estelar (Pasión y Poder) bajando en audiencia, cada vez más. Y la mejorcita, A Que No Me Dejas, nueva versión de Amor en Silencio (también refriteada hace años por Azteca)… de más a menos. Buen arranque, sí, con una primera parte bastante aceptable, sobre todo en cuanto a actuaciones de grandes actores como Arturo Peniche, Leticia Calderón, Osvaldo Benavides, Cecilia Gabriela, Alfonso Dosal y muy en especial, el niño Diego Escalona que se robó tantas escenas, como el carismático y sufrido Mau. ¿Por qué? Porque además del buen desempeño del pequeño actor, vimos un personaje diferente: un sordo, aparte, en plan de gran víctima, por principio de cuentas, de su propio padre y de su malvada tía Nuria (Laura Carmine).
Pero, como ha sucedido tantas veces, esos deslumbrantes arranques, no son más que trampas para enganchar al televidente. Actualmente, con la segunda parte de A Que No Me Dejas, vemos lo mismo de siempre: lo que debería ser el asunto principal, teniendo a Mau, un muchacho sordo, y centrarse en él, sacándole provecho a las dificultades (y hasta dramas) que enfrentan personas en su situación, se les fue de las manos. El pequeño Mau, quien en su niñez figuró como gran centro de atracción, perdió su encanto. Y no porque Ignacio Casano (el Mau adulto) sea mal actor, sino porque a las adaptadoras  no se les ocurrió sacarle jugo a un personaje tan interesante y diferente, si lo comparamos con los protagonistas de las demás telenovelas: un galán sordo que se vale de un lenguaje icónico o signado que combina muchas formas de comunicación no verbalmovimientos corporales, gestos y la habilidad para leer los labios. Sí, todo esto lo han plasmado, pero de una manera superficial y como asunto secundario.
Muy hábil el Mau actual. Se entiende de maravilla con el resto de los personajes, sepan o no el lenguaje de los sordos. Lo aprendieron sin mayor problema. Y así, Mau ya no enfrenta dificultades para comunicarse. De víctima, se  convirtió en simple galán, como tantos, mientras que, por otro lado, en esta segunda parte, aparecieron nuevos personajes a granel, muchos sin oficio ni beneficio y como simple relleno, haciendo que se desvaneciera (o alargara) el “amor en silencio” (como columna vertebral de la trama) entre Mau y Valentina, quien apenas se está enterando de ese amor que le profesa su casi hermano. ¿Para qué alargar ese momento y aburrir al televidente, repito, con tanta paja, relleno y clichés.
            Pobres adaptadoras. Es normal que se cansen y que se les acabe la creatividad, ante esos alargamientos. Lo único que se les ocurre es sacarse de la manga más y más personajes, con subtramas sin importancia y que nada aportan.
            O por ejemplo, como en el caso de Mau (un sordo), ¿por qué, mejor, no profundizar más (para evitar la paja) en el alzheimer de Raquel (Cecilia Gabriela) y el drama que podría significar para ella y quienes la rodean, mostrándolo con más realismo, dando pie a una infinidad de situaciones.

            El cuento de nunca acabar. Ni modo. Entonces, al menos en mi caso (como podría ser el de muchos televidentes) y ante las maravillas que está presentando Azteca (¿Qué Culpa Tiene Fatmagül? e Insensato Corazón)… a que sí te dejo.

domingo, 6 de diciembre de 2015

LA MISMA INDITA, PERO REVOLCADA

LA MISMA INDITA, PERO REVOLCADA

A unas semanas del estreno de la “nueva” versión de Simplemente María en el tan “innovador” y “vanguardista” Canal de las Estrellas, en esencia es la misma María de siempre, incluyendo a la María Isabel de Yolanda Vargas Dulché, de 1966, con la que guarda un gran parecido: la indita que llega a la ciudad y se entrega a un hombre rico al que en su “ingenuidad” (por no decir una mala palabra”) le cree su repentino amor.
Otra Cenicienta más (por si fueran pocas en la historia del melodrama), creación de la escritora Celia Alcántara, pero ahora con otro rostro, como de modelo, con dientes ultrablancos y de gran tamaño (que le dificultan su dicción) y cabello color chocolate, en lugar del tono azabache de las anteriores Marías: la primera, Saby Kamalich (de 1969 a 1971), Leonor Benedetto (en la versión argentina de 1980) y Victoria Ruffo en 1989.
Aparte de un refrito por demás conocido, es una historia pasada de moda que en su primera etapa y para empezar, nos muestra a Claudia Álvarez como una indita de 18 años que a pesar del maquillaje suave, aparenta unos 15 más. Por el estilo, el Alejandro que interpreta José Ron, supuestamente, como un junior de 20 años. ¿Y qué decir de Arleth Terán?, como la preparatoriana Vanessa, con todo y su uniforme escolar y su faldita escocesa.
La misma historia rosa, previsible y por demás conocida que no aporta nada nuevo, como sucede desde hace años en las telenovelas del Canal de las Estrellas. Una María a la que también le cuesta aparentar la ingenuidad que la caracteriza y de la que se olvida cuando, ya en la ciudad y trabajando como sirvienta (igual que tantas heroínas telenoveleras), lo primero que hace es entregarse a un junior, casi a la primera, como siempre para… ¿qué cree usted? ¡Quedar embarazada!
La historia original (la peruana, de Saby Kamalich) fue de 435 capítulos de una hora y anduvo entre los 72 y 80 puntos de rating. Algo imposible ahora, claro, con los 14 puntos en los que navega la Simplemente María actual. Así que esperamos que no la alarguen, como es la moda, con los odiosos rellenos, en especial, el de los hermanitos norteños “chistosos” que, en ocasiones, parecen los protagonistas de la historia con sus “peculiares” aventuras que nos desvían de la trama central: los dramas de la pobre María. Dramas que se busca ella solita. Por ejemplo: luego de quedarse sin chamba, y ya con un chamaco recién nacido al que tiene que mantener, sin un quinto en su morral, en vez de ponerse a buscar trabajo o dónde vivir, ¡se inscribe para tomar clases de corte y confección!, seguramente, con la idea de que ocurra un milagro y quede becada. Claro, es que, seguramente, esta María del 2015, ya leyó la historia y sabe que como costurera, le espera un gran futuro: convertirse en una afamada diseñadora.