lunes, 19 de mayo de 2014

CUADRO DE HONOR A ACTORAZOS DE UNA TELENOVELA MEDIOCRE


Si no hay historia, una buena historia –y, por consiguiente, buenos personajes– los actores se ven en aprietos, junto con el director de escena. No hay tela de donde cortar. No hay elementos, no sólo para lucirse (como debería de ser), sino, simplemente, para cumplir con su trabajo. Sin embargo, hay algunos que con su simple presencia en pantalla y (seguro) bordando por su propia cuenta sus personajes, con su experiencia, tablas y talento, salen avantes.
Lo hemos visto desde el principio en Quiero Amarte, una pretenciosa adaptación de Imperio de Cristal (la historia original) que ahora, con tantos rellenos, paja y personajes de más, se quedó en el intento. Sin embargo, a pesar de la deficiente adaptación y de personajes sin encanto ni identidad, cuatro actores de primer nivel, se impusieron por su cuenta, con maestría, opacando, incluso, a la pareja protagónica, carente de química, de fuerza y credibilidad, opacada, más bien, por otras dos parejas a cargo de personajes de soporte que, en esta ocasión, cumplieron a las mil maravillas con su misión: servir de soporte y, de paso, soportar la mala historia que les tocó.
Lucrecia, más que villana, brilló (a pesar de las exageraciones de su personaje), gracias a una primerísima actriz como la señora Diana Bracho, con su elegancia característica, porte y distinción. ¿Y qué decir de José Elías Moreno?, a pesar de su incongruente personaje de Mauro, un magnate que, a pesar de haber estado al borde de la muerte, víctima de un infarto, de magnate pasó a super hombre, porque a pesar de los corajes y conflictos que le hicieron pasar (no sólo los villanos, sino también las escritoras), incluyendo el intento de asesinato por parte de su propia mujer, ¡sobrevivió! Es entonces cuando la maestría y talento del actor, pudo más que las barbaridades impuestas a su personaje.
Por el estilo, Olivia Buccio, otra experta en personajes de soporte, quien, a pesar de la sufrida y abnegada Dolores que le tocó sacar adelante, también aportó su granito (o granote) de arena, con esa dulzura que la distingue, respaldada por otro señorón de la actuación, como Salvador Sánchez, quien, con su siniestro y ladino Cipriano, logró con Dolores, varias de las escenas más sobresalientes de la telenovela en deliciosos duelos de actuaciones.
Y de ahí en fuera… Lástima. Porque no es culpa de los actores que (en su mayoría) se vieron imposibilitados de destacar, sumergidos en una historia tan mediocre, floja y confusa, adaptada al aventón. Ni siquiera el pobre de Flavio Medina pudo lucirse (como en otras ocasiones), con su villano César que cayó en la exageración caricaturesca, logrando en muchas ocasiones que, en vez de inspirar miedo, causara risa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar.