sábado, 14 de mayo de 2016

EL EJEMPLO A SEGUIR

RAPIDITO Y DE BUEN MODO
El melodrama es el melodrama y nunca pasará de moda, incluso, ante la nueva ola de las narconovelas o de las series, muchas de las cuales tienen, precisamente, el melodrama como columna vertebral: la historia de amor.
Sin embargo, harto ya el televidente del abuso con los refritos (muchos de los cuales, más que adaptaciones, terminan por destrozar el melodrama original), la solución y ejemplo a seguir (en vista de que la telenovela no puede morir así nada más) bien podría ser la recién concluida Corazón Que Miente.
Original de doña Caridad Bravo Adams (reina del melodrama al más puro estilo), primero se llamó Estafa de Amor (1961) que años más tarde, en 1968, tuvo su primer remake con el mismo título. Sesenta y seis capítulos de media hora (que actualmente serían treinta y tres capítulos de una hora), el tiempo justo para narrar la historia. Hasta que en 1999, don Ernesto Alonso la convirtió en Laberintos de Pasión, con 80 capítulos de una hora, claro, ya desde entonces, con su dosis de agregados para alargarla.
Hasta que en este 2016, MaPat L. de Zatarain, le dio al clavo, creando la que hasta ahora podría ser la mejor versión, con 70 capítulos de una hora, más otros dos para su gran final, agradeciéndole, de corazón, que no haya  abusado de paja y rellenos, compactando la versión anterior y logrando una historia redonda, completa, interesante y emotiva, aunque con algunos actores repitiendo personajes que ya les habíamos visto en otras telenovelas, además de clichés tan socorridos, como el del padre sorpresivo y millonario, Antonio Miranda (Rubén Cerda) que aparece ya casi el final, para encumbrar (y de paso, vengar) a Mariela (Thelma Madrigal) la hija de la que el destino la separó y convertirla, como un acto de justicia, en socia mayoritaria de la empresa construida en el terreno que el villano Demián Ferrer (Alejandro Tommasi) robó a su abuelo, Manuel Salvatierra (Eric del Castillo), años atrás. O también, otro padre inesperado, Leonardo Del Río (Diego Olivera) quien ya al final, resulta ser el progenitor de Alonso del Río (Pablo Lyle), nada más y nada menos que su rival en amores, con (Mariela) como manzana de la discordia.
Situaciones bien resueltas desde la versión original de Caridad Bravo Adams, pero en esta ocasión, enriquecidas con esmero e inteligencia por el grupo de adaptadores, librándonos (como ya dijimos) de la odiosa paja que otros productores acostumbran y que no aportan nada a la trama central.
Casi cuatro meses apenas. Y no los ocho, nueve, diez o hasta doce meses a los que nos tenían acostumbrados otros realizadores, con culebrones que terminan por aburrir.
Y además de la espléndida producción y la dirección de escena, un gran elenco en el que, aparte del triángulo protagónico, disfrutamos de presencias tan gratas e indispensables en un buen melodrama, como las señoras Helena Rojo y María Sorté, primerísimas actrices de soporte que le dieron su respectivo y elegante toque a la historia, sin olvidar a una gran e intensa villana como Lourdes Reyes y la aparición de caras nuevas: Emmanuel Palomares y Federico Ayos, entre otros, para complementar el cuadro.

Todos y cada uno de los elementos necesarios (en especial el de escenas tan emotivas), para crear la que, hasta ahora es uno de los mejores melodramas de los últimos años, agradeciendo a la señora MaPat, sobre todo, la agilidad y pulcritud de una telenovela de primera.

1 comentario:

  1. Pero desgraciadamente no todos son Mapat y la mayoria de los productores padecen estrellitis aguda, verdad Chava Mejía???, en fin, ya veremos

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